En lo que va de año ETA ha matado a trece personas. Siendo escalofriante la cifra, es menos de la mitad de las víctimas que se ha llevado por delante ese otro terrorismo practicado por maridos, novios o amantes. Sesenta mujeres, la mayoría tras presentar muchas denuncias completamente inútiles, están enterradas bajo tierra después de haberlo estado en vida, esposadas por el miedo y el silencio.

Hay que exigir que, de una vez, los jueces apliquen el Código Penal, y si hay en él lagunas, que se acometan con urgencia las reformas jurídicas imprescindibles. ¿Por qué los magistrados no echan mano del destierro previsto en la ley para este tipo de delincuentes? ¿Por qué no se les persigue de oficio y basta -como antes ocurría con las violaciones- con que la mujer retire la denuncia para que la justicia abandone? Difícilmente una mujer perdonaría humillaciones y palizas si el futuro no fuera un lugar tan incierto e inhóspito como su presente.

La protección inmediata de una mujer maltratada y amenazada por su cónyuge debería ser inexcusable. Que no nos digan que eso costaría mucho dinero, porque bien que pagamos con nuestros impuestos choferes, coches y escoltas de personajes cuyo único riesgo si fueran solitos al trabajo, sería no encontrar aparcamiento.

Por último, estaría bien que Antena 3 aplicase, con la contundencia que todos descubrimos hace 15 días su código deontológico. Es indignante que cierto presentador acuda, a veces en nombre de maridos-verdugos, a pedir perdón y segundas oportunidades a mujeres maltratadas por que "él te quiere en el fondo, quizás tuvo un mal día". Lo que necesitan estos tipos no es amor, sino cárcel.

Julia Otero
Periodista


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