Pues, bien mirado, Berlusconi no es el peor tipo de gobernante que puede tener un país europeo. Seguramente, es un mafioso o un empresario sin escrúpulos que ha convertido todo el país en su "corralito", pero como mínimo no habla de echar a los inmigrantes ni nunca se ha referido a las cámaras de gas nazis como un "detalle de la guerra".

Comparado con Le Pen, Berlusconi parece hoy, en efecto, "il cavaliere".

Todo es relativo, sobre todo los sondeos electorales. Los franceses escogían ayer a los dos candidatos para el duelo final. Todo el mundo tenía asumido que derecha e izquierda, Chirac y Jospin, mantendrían el 5 de mayo el pulso definitivo para llegar a la presidencia de la quinta república, aquella de la "liberté, egalité, fraternité". Pero los electores no han querido escoger entre derecha e izquierda, sino entre derecha y extrema derecha. Cosa que, si no fuera por la alarma general que produce Le Pen, nos traería a la cabeza aquel chiste malo que te hacía escoger entre "un sobresalto o la muerte".

Probablemente la mayoría de los franceses prefieran el sobresalto y se producirá la bonita paradoja de que Chirac no ganará a las izquierdas, sino que ganará gracias a las izquierdas.

Otra vez se tiene que hablar de relativismo. Chirac era un político con graves sombras de corrupción, hasta ayer. Hoy los socialistas lo ven como la salvación del país y del honor. Y le votarán, aunque sea tapándose la nariz.

Dicen que el veterano general De Gaulle se preguntaba cómo se podía gobernar un país que tiene 250 variedades de queso... El problema es que haya o no queso, los tipos como Le Pen en Europa, comienzan a repartirse el pastel.

Bona tarda. Comença La Columna.


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