Editorial del 21 de febrero de 2024

Ayer, familiares y afectados de ELA reclamaron en el Congreso una ley que les ampare y les proporcione los cuidados y las ayudas que necesitan para poder vivir con dignidad. Fue una cita a la que acudieron los portavoces de Salud de los cinco grupos mayoritarios, y también el ministro Pablo Bustinduy, que se comprometió a reformar la Ley de Dependencia.

Es un consuelo, de momento insuficiente, para los enfermeros de ELA, a los que se les prometió algo muy similar la legislatura anterior, y que se hizo imposible cuando llegó el adelanto electoral. Juan Carlos Unzué, que fue el que ayer habló a los diputados, reprochó que no hubiera más escuchándole: "Supongo que tendrán cosas más importantes", dijo.

Pero no solamente hablamos de enfermedades como la ELA, sino también de las necesidades de las personas con cualquier tipo de discapacidad severas, o de las personas mayores: esas que, según dijo esta semana la presidenta Ayuso, "se iban a morir de todos modos"... Como si tener cuidados adecuados no supusiera, casi siempre, la diferencia entre la vida y la muerte.

¿Qué medidas y ayudas debería poner el Estado, a través del gobierno Central o de los gobiernos autonómicos, para hacer la vida digna a estos pacientes, y también algo más llevadera a sus familias? ¿Envejecer con dignidad es solo para ricos? ¿Tener recursos económicos propios es la única forma de hacer frente a una de esas enfermedades devastadoras?

 


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