Editorial del 19 de enero de 2023

Esta mañana, seguro que ya lo habrán visto, hemos conocido la dimisión de Jacinda Ardern que es la carismática primera ministra de Nueva Zelanda. En una comparecencia en la que se la ha visto emocionada, pero resistiendo, aguantando, contenida, ha dicho que no tiene energía suficiente ya para hacer justicia a un puesto tan exigente como ese, ser primera ministra, y que necesita descansar.

Ardern se había convertido en un auténtico referente mundial porque fue la primera ministra más joven del mundo y además, la primera en ser madre durante su mandato. Fue la primera vez que se pidió un permiso de maternidad siendo la máxima dirigente y responsable de un país.

Hoy ha hecho algo también a lo que estamos muy poco habituados que es dar un paso atrás, dejar el poder. Así que vamos a reflexionar en el tiempo de Gabinete sobre esta dimisión y a hacernos preguntas. ¿Podríamos imaginarnos una situación parecida en el caso de un joven líder político, porque tiene cuarenta y pocos años. ¿Qué papel ha tenido en esta decisión la presión de la trituradora mediática y en redes que deben soportar toda clase de políticos, pero especialmente las políticas?

Recordemos el caso también de la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, a la que recientemente se criminalizó por algo tan insignificante como aparecer bailando en un vídeo de fiesta con unas amigas. A las mujeres les cuesta más alcanzar el poder, es evidente, y cuando por fin ocurre parece que la vara de medir es distinta, es más exigente, menos indulgente, hay más violencia verbal y sexista. Fíjense, hasta Macarena Olona se dio cuenta cuando abandonó el barco en el que entró en política. Así que vamos a hablar de liderazgo femenino, sus peajes y sus lastres.

 


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