Editorial del 15 de marzo de 2022

El lenguaje es la forma en la que las ideas se pueden contar. Escoger una u otra expresión no es inocente, de modo que si alguien les dice que se gana bien la vida, nadie piensa que se está forrando. Forrarse, fuera del ámbito de la tapicería, tiene unas connotaciones negativas que sugieren enriquecimiento abusivo cuando no sospechoso.

Es el verbo que escogió el moderado Feijóo, ya tapizado del estilo de la villa y corte. Pues hablemos de los impuestos, de esos que a algunos grupos políticos siempre les parecen poco y en cambio a otros siempre le parecen mucho.

En medio como es habitual está la verdad y lo razonable, seguramente. Los impuestos se rigen por el derecho público y por eso hay carreteras, puertos, estaciones. Por eso cobran los jubilados, parados, discapacitados, así tenemos sanidad pública y educación, bueno y presupuesto para la defensa.

Ese último, el de defensa, nos piden la OTAN y la realidad, que hay que aumentarlo. Los partidarios de bajar impuestos, esa solución mágica que tienen para todo, lo son también en gastar más en armamento. Lo que no dicen es de donde detraerían el dinero. ¿De la sanidad, de la educación, de las carreteras, de las partidas de las pensiones? Hacer demagogia con los impuestos es tan taquillero como irresponsable.

 


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