Editorial del 21 de octubre de 2020

Ayer científicos de 44 países se unieron por primera vez para firmar un manifiesto contra las pseudociencias. Hay que valorar el gesto porque es la mayor acción de este tipo que se ha llevado a cabo hasta el momento por parte de la ciencia.

A menudo creemos que estos tratamientos son inocuos, que en el peor de los casos no nos harán nada. Pero muchas veces son más peligrosos que eso: este documento pone nombres y apellidos a las personas que murieron por ponerse en manos de todo tipo de chamanes y curanderos en lugar de seguir las recomendaciones médicas. Un problema que se agrava en el contexto actual, en el que los bulos y el odio a la ciencia tienen portavoces muy poderosos como Donald Trump.

Y no se crean que Estados Unidos nos queda lejos, porque aquí tenemos nuestros propios trumpistas... Vamos a reflexionar esta tarde sobre las pseudociencias, y sobre la guerra soterrada a veces, a la vista otra, contra la científicos justo cuando más los necesitamos. Será en el Gabinete con Juan Manuel De Prada, Xavier Sardà y Pilar Gómez.

El tema de la pseudociencia nos parece mucho más interesante que lo que hemos visto esta mañana en el Congreso de los Diputados. El secretario general del PP, Teodoro García Egea, lo ha dejado claro: "No es una moción de censura, es una tomadura de pelo y un espectáculo circense, una pérdida de tiempo".

En la propia tribuna algo parecido ha dicho el presidente del Gobierno, que ha definido lo vivido esta mañana en el Congreso como "una ceremonia estéril, llena de odio, furia y choque". O sea, PP y PSOE, de acuerdo al menos en eso. Algo parecido expresarán el resto de grupos que aún no se han pronunciado pero que lo harán esta tarde.

Hoy España parece Francia o Alemania. Países que han sabido aislar a la extrema derecha combatiéndola con argumentos. Es la buena noticia del día. Si mañana no lo estropean cuando llamen a sus señorías a votar, hasta puede resultar una moción constructiva para la democracia.