Editorial del 14 de octubre de 2019

Ha llegado la sentencia histórica para los presos del procés y con ella un fin de etapa que va a marcar un punto de inflexión. Sólo pasado un tiempo suficiente, el que sea, sabremos hacia dónde. Sobre todo, si agotada la vía judicial, por fin comparece la política.

Es día de lecturas apresuradas de los 500 folios que el Tribunal Supremo ha hecho públicos a primera hora de la mañana. Los recursos que se presenten tanto por parte de la defensa de los acusados como por parte de algunos de los acusadores no impiden que la sentencia sea firme desde hoy mismo.

Los que se apresuraron a llamar golpistas a los presos se equivocaron porque no fue un golpe, según el Tribunal Supremo. Los que en el mundo independentista hablan hoy de venganza y persecución de unas ideas políticas ignoran la evidencia de que hay millones de independentistas que viven, trabajan y votan con total libertad. No se castigan ideas, sino hechos probados que atentan contra el código penal.

Estaremos atentos a la reacción del independentismo en las calles de Barcelona, convertida en escenario de todas las protestas. Veremos también cuántas, cuáles y su magnitud.

La responsabilidad de todos, la de los medios de comunicación especialmente, es no echar gasolina al fuego. Que uno de los condenados, Jordi Cuixart, haya dicho que la respuesta a la sentencia sólo puede ser la reincidencia pues es una mala noticia para los que queremos la paz social y trabajamos con ese objetivo.


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