Editorial del 14 de junio de 2017

Se acabó la moción de censura con la votación del Pleno del Congreso, tras casi 18 horas de debate entre ayer y hoy. Y las lecturas pueden ser diversas.

Unos se quedarán con los 170 votos de apoyo al gobierno de Rajoy frente a los 82 que ha reunido el candidato Iglesias. Una diferencia abismal, desde luego. Pero otros, harán otras observaciones, por ejemplo, que la mayoría de la Cámara, 179 diputados, no apoya al actual gobierno.

Que hayan votado a favor del aspirante, Pablo Iglesias, o se hayan abstenido no quita que haya una mayoría absoluta clara que desea el fin de la era Rajoy. O sea, la aritmética parlamentaria es tozuda y solo depende de que la voluntad política facilite la suma necesaria. PSOE y Podemos no se han ahorrado críticas pero tampoco buenas intenciones para entenderse en el futuro.

Ayer y hoy, en todo caso, hemos visto un debate parlamentario de altura con buenas intervenciones en general. Ha sido agrio el encuentro dialéctico entre Rivera e Iglesias, por ejemplo, pero ha tenido altura, como el de Rajoy ayer o el de Xavier Doménech esta mañana.

Con la salvedad del inefable Rafael Hernando, bochornoso y faltón, la moción de censura ha propiciado un buen debate, sustancioso y oportuno, allí donde debe producirse: el Congreso de los Diputados.


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