Editorial del 25 de mayo de 2017

Sin ningún rubor y sin el más mínimo complejo la mayoría conservadora del Consejo General del Poder Judicial ha nombrado como presidenta de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional a una magistrada con muchos menos méritos -en tiempo y casos- que otros jueces y juezas que también concurrían a esa plaza.

La elegida es Concepción Espejel, “querida Concha”, como la llamó una vez Dolores de Cospedal; la misma jueza que fue recusada y apartada del juicio de Gürtel porque la Fiscalía anticorrupción consideró probada su relación con el Partido Popular. También fue apartada de la sala que lleva el juicio de la Caja B del PP.

Descabalgada de los dos juicios más importantes que tienen los populares estaba “de Dios” -si me permiten el tecnicismo- que Concepción Espejel fuera ascendida cuanto antes y colocada en un lugar clave: nada menos que la presidencia de la Sala de lo Penal.

Así pues, el PP ya ha conseguido que los dos jueces recusados por su proximidad, Espejel y Enrique López, hayan sido premiados con sendos ascensos a lugares muy estratégicos de la Administración de Justicia.

Montesquieu no resistiría lo que esto provoca. Ni con Primperán.


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