Editorial del 13 de marzo de 2017

“Nos querían arrodillados y condenados, y hoy, condenados sí, pero arrodillados, nunca. Hoy estamos de pie y mirando al futuro con ilusión y esperanza”.

Con estas palabras ha recibido Artur Mas la sentencia que le inhabilita 2 años por desobedecer al Tribunal Constitucional.

En el mismo fallo del TSJ de Cataluña, y por unanimidad, también se ha inhabilitado a su segunda en el gobierno durante el 9N, Joana Ortega (un año y nueve meses inhabilitada para cargo público) y la consejera de educación, Irene Rigau, la pena más baja, un año y 6 meses) sin poder ostentar cargo público alguno.

Rigau es la única de los 3 con acta de diputada en el Parlament, así que habrá que ver en los próximos días si la sentencia obliga ya a abandonar su escaño.

La fiscalía había ido mucho más allá en su petición: hasta 10 años había pedido el ministerio público que fuera apartado Mas de la cosa pública.

Si, como todo parece indicar, hay elecciones en Cataluña este otoño, Artur Mas no podrá ser candidato. Para cuando pueda encabezar un cartel electoral es previsible que Oriol Junqueras lleve ya tiempo gobernando. Dos años en política y en el siglo XXI, son más largos que un día sin pan.


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