Editorial del 6 de marzo de 2017

La derecha francesa está en una situación insólita, sin candidato claro para unas elecciones cuya primera vuelta se celebra dentro de un mes.

Fillon, que se considera víctima de un asesinato político, va a ser imputado por corrupto; Juppé se siente “incapaz de unir a toda la derecha, muy radicalizada” y Sarkozy (que quedó el último en las primarias de su partido) ya querría ser la solución pero nadie le ha pedido ni le pedirá ser el candidato al Elíseo.

En una hora se reúnen los tres personajes del drama conservador para ver por dónde les puede salir el sol. La derecha francesa, para entendernos, parece la izquierda española, un sindiós, lo cual es raro para gente de orden y tan pragmática.

Por otra parte ayer François Fillon, que se niega a dimitir pese a su inminente imputación (parece un señor de Murcia) ayer reunió en la plaza del Trocadero a decenas de miles de votantes conservadores que le apoyan pese a todo. Votantes a los que, al parecer, no le importa que su candidato sea un corrupto. ¡Qué suyos son los franceses!


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