Editorial del 11 de enero de 2017

El Rector de la Universidad de Sevilla ha pedido perdón por haber mantenido en su puesto de catedrático a un delincuente llamado Santiago Romero, Catedrático de Educación Física de la Facultad de Ciencias de la Educación. Ha sido condenado a siete años de cárcel por tres delitos de abusos sexuales y otro de lesiones cometidos contra dos profesoras y una becaria. No estaría de más que la universidad de Sevilla pidiera explicaciones a otros profesores que testificaron a favor de Romero. A veces resulta tan repugnante el silencio de los buenos como las cerdadas de los malos. Seis años ha tardado en llegar la sentencia, y debe ser insoportable que tus propios compañeros miren para otro sitio y pidan perdón tan tarde.


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