Editorial del 31 de octubre de 2016

Mariano Rajoy ya ha jurado su cargo como presidente del gobierno ante el rey esta mañana y, seguramente para evitar que hicieran lo propio los futuros ministros el 1 o 2 de noviembre, días vinculados a muertos y difuntos, ha dejado su nombramiento para el jueves día 3.

Es altamente dudoso que a estas alturas, y con el tiempo que hace que Rajoy sabía que seguiría en Moncloa, no tuviera resuelta una quiniela ministerial con la que hoy juegan periodistas y politólogos.

Ya no hay motoristas que lleven buenas o malas noticias, bastará una llamada telefónica que algunos dan por supuesto que recibirá Dolores de Cospedal. Su llegada al gobierno promete las habituales “alegrías” en la comunicación política que la caracterizan. Es altamente probable que ocupe la cartera que Fernández Díaz dejará libre en Interior, salvo que Rajoy desoiga la reprobación de todo el Parlamento al actual ministro y opte por su continuidad. Nadie duda de la de Soraya Saez de Santamaría, aunque con algún cambio.

Todo el entorno de Rajoy se ocupa de trasmitir que será un gobierno más político y con personas más dotadas para la construcción de consensos y desde fuera se le sugiere que rebaje la media de edad del consejo de ministros.

Eso lo sabremos el jueves, no hay prisa. Ya no.


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