Editorial del 6 de junio de 2016

Acabamos de conocer este mediodía el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas correspondiente al mes de mayo. No hay valoración de líderes políticos ni de intención de voto. Tal vez por eso sea el menos cocinado y puede que el más fehaciente de los retratos de la sociedad española.

Pues bien, es devastador el panorama de indiferencia, indolencia y pasotismo que demuestra la colectividad a la que pertenecemos. Es verdad que 8 de cada 10 considera mala o muy mala la situación política en España, pero al mismo tiempo solo un 5% siente preocupación por el hecho de que España no tenga gobierno.

La independencia de Cataluña importa a los paisanos, con perdón, un pimiento. Solo un 0,6% la vive como un posible problema, el mismo porcentaje que manifiesta alguna inquietud por el hecho de que decenas de mujeres sean asesinadas por la violencia machista.

La reforma laboral no tiene quién la cite siquiera; los desahucios solo angustian al 1% y, de los refugiados, mejor ni hablamos porque solo preocupan al 0,4%. Para que no falte de nada en este retrato -a caballo entre la frivolidad y la ignorancia- ni las pensiones ni el terrorismo internacional merecen de los compatriotas más del 2% de tribulación.

Dirán que 2.500 personas no representan a todos y mejor será agarrarnos a eso. Por cierto, que Venezuela -casualmente- tampoco interesa a nadie.


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