Editorial del 5 de mayo de 2016

Las bases de Izquierda Unida han dicho sí, sí a la coalición electoral con Podemos para concurrir a las elecciones del 26 de junio. Podrá decirse que han votado pocos militantes y simpatizantes -solo el 28% del censo total- pero si no lo han hecho habrá sido porque no han querido y el resultado es el que es. Por un abrumador 84 y medio % las bases de izquierda Unida han autorizado a su líder, Alberto Garzón, a unir su suerte electoral a la de Pablo Iglesias.

Hay disidencias notables como la de Gaspar Llamazares, pero incluso en su territorio, en Asturias, ha ganado el sí aunque con menos contundencia que en otras comunidades. En Cataluña por ejemplo el apoyo ha sido masivo, el 95%, cosa lógica si pensamos que ya fueron coaligados en las fallidas elecciones de diciembre.

Están por ver las condiciones finales del acuerdo y lo que diga este sábado el Consejo político de Izquierda Unida, pero no hay duda ya de que la baraja de hace 4 meses quedó obsoleta y que el juego empieza con cartas nuevas.

Si el objetivo era ganar al PSOE, el éxito parece alcanzable según algunos sondeos. Si el objetivo era que el próximo gobierno no fuera del PP, la maniobra puede tener un contundente efecto boomerang.


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