Editorial del 11 de abril de 2016

La prueba de que el escarmiento no existe en España es que Mario Conde ha vuelto a ser detenido esta mañana. Él, su hijo, su hija, el yerno y cuatro personas más de su entorno.

La prueba de que los delincuentes económicos no devuelven jamás la pasta es que Mario Conde tenía tranquilamente millones de euros en Suiza que ha ido repatriando lentamente, ante la mirada paciente de la justicia, que por fin ha actuado esta mañana. Le acusan de blanqueo de capitales, organización criminal y delitos contra la Hacienda pública. La metáfora del día es el tipo de empresa con la que Mario Conde presuntamente blanqueaba: una empresa de cosmética con la que obviamente “maquillaba” las cuentas.

Cuando fue descabalgado de Banesto en 1993, el Estado, o sea todos nosotros, pusimos 100 mil millones de pesetas que nunca volvieron a las arcas públicas, del mismo modo que el rescate bancario que hicimos en 2012 a cuenta del erario público, tampoco volverá. Los procesos abiertos y muchos aún por juzgar demuestran que nadie escarmienta en cabeza ajena. Si Mario Conde no escarmentó en la propia, no esperemos milagros.

Lo mejor de cada casa va protagonizando la actualidad del latrocinio. Ahí están los Albertos, Alcocer y Cortina (a los que siempre prescribe todo) en los papeles de Panamá. Y Miguel Blesa, para que no falte nadie. Y hoy, el ministro Soria, al que todos los partidos piden explicaciones cuanto antes.


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