Editorial del 24 de diciembre de 2015

La Nochebuena será poco buena para los casi cinco mil morosos a Hacienda que desde ayer ven sus nombres publicados y recitados en público. Montoro ha cumplido una amenaza que puede tener una faceta ejemplarizante que no se puede despreciar, aunque también es verdad que algunos de los nombres, sean personas físicas o jurídicas, ya han demostrado sobradamente que no son de ese tipo de individuos que conozcan la vergüenza o la ruborización social.

Sin embrago, además del escarnio público, sería muy útil que la cifra de inspectores y el presupuesto de la Agencia Tributaria se pareciesen algo más a los europeos. Tiene guasa que uno de los países con más economía sumergida, como es el nuestro, y con más defraudadores, dedique menos de la mitad de medios a perseguirlos que los países más decentes de Europa, fiscalmente hablando.

Saber que los defraudadores deben más de 50.000 millones de euros a Hacienda y que pasan años sin que se pongan al día, tiene un efecto contrario al de la ejemplaridad que persigue precisamente la difusión de sus nombres. La ciudadanía acaba siempre por creer que el celo que aplica Hacienda con los que deben, por ejemplo, 300 euros, no es comparable al que usan con los que deben millones.


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