Editorial del 2 de diciembre de 2015

¿A qué juega Occidente? ¿a qué están jugando nuestros gobernantes? Cuando el yihadismo golpea duro, como hace menos de un mes en París, el mundo civilizado se conmueve, decreta que nos han declarado la guerra y canta la Marsellesa hasta en los estadios de fútbol. Bien, la Rusia de Putin, que no despierta precisamente muchas simpatías, ha puesto sin embargo sobre la mesa del cinismo occidental pruebas fotográficas de cómo Turquía está comercializando y negociando con el petróleo del Estado Islámico.

El ministro de Defensa ruso ha presentado las pruebas en una rueda de prensa esta mañana, acusando a Erdogan y su familia de enriquecerse con el ilegal e infame negocio del petróleo de los yihadistas del Daesh. “Cantidades industriales de petróleo” ha dicho el ministro ruso circulan tranquilamente en centenares de camiones rumbo a Turquía sin que nadie les tosa. Ni los bombardean los del Estado Islámico -cómo va a hacerlo si es el proveedor- ni los atacan desde la coalición internacional que lucha -en teoría- contra el Daesh.

Si algo está claro es que la principal fuente de financiación del Estado Islámico es el petróleo. También está claro que Turquía es miembro de la OTAN. La pregunta es ¿de parte de quién está Turquía en realidad?. Y, sobre todo, ¿a qué juega Occidente mirando para otro lado?


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