Editorial del 9 de noviembre de 2015

Aunque analistas y líderes políticos se afanan en interpretar y pronosticar qué ocurrirá después de la resolución aprobada esta mañana en el Parlament de Cataluña, nadie lo sabe en realidad. Todo lo que se está diciendo y escribiendo respecto al futuro de Cataluña es pensamiento desiderativo basado en las expectativas de quién se pronuncia. Nadie sabe cuales serán las reacciones y la utilidad de las mismas, sean las que sean.

Leer a los corresponsales extranjeros, ajenos al fin y al cabo a todo sentimiento nacional, puede echarnos una mano para ver dónde estamos. Y lamentablemente no son tranquilizadoras las crónicas que esos colegas han enviado a sus medios. En el Financial Times leemos, por ejemplo, que las tensiones podrían desatarse y salir pronto de control. Cuando unos dicen “llegaremos hasta el final” y otros, “aplicaremos solo la ley pero toda la ley”, nos situamos en un escenario peligroso, adjetivo que por cierto también usa el corresponsal del Financial times, “El independentismo camina hacia una etapa potencialmente peligrosa” escribe Tobias Buck.

¿Y qué hacen los ciudadanos atrapados en Cataluña que no son independentistas pero que sufrirían las consecuencias de la aplicación “de toda la ley”?

Pase lo que pase ya nada volverá a ser lo mismo. Aunque se resuelva por las buenas.


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