Editorial del 28 de octubre de 2015

Situación límite, golpe de estado, acto de provocación...

La resolución a favor de la república catalana está recibiendo esos contundentes calificativos que, sin embargo, no consiguen frenar la decisión de ruptura de la mayoría del parlamento de Cataluña. Las palabras no frenan la escalada pero sí hay estrategias políticas, de corto alcance, que han conseguido en las últimas horas paralizar los tiempos. Para evitar que el texto de ruptura se vote en pleno antes del día 9, día límite para el primer intento de investir al nuevo presidente, Socialistas y Ciudadanos han reclamado un informe jurídico. Esa argucia obliga a la Mesa del Parlament a tomarse 48 horas de plazo. Sin embargo podría posponerse por más tiempo porque los populares no han constituido aún su grupo parlamentario y así no puede reunirse la Junta de portavoces.

Para decirlo claro y rápido, Ciutadans, PSC y PP intentan ganar tiempo para evitar lo que parece inevitable. Ganar unos días, cuando la política ha perdido al menos 2 años, es puro voluntarismo.

La situación es endemoniada y a nadie se le escapa que cuanto más lejos se llegue más difícil es dar marcha atrás.


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