Editorial del 1 de septiembre de 2015

La imagen de Manuela Carmena y Ada Colau juntas, abordando cuestiones comunes y tomando decisiones con la complicidad de gobernar las mayores ciudades de España, hace más por los sentimientos inclusivos de muchísimos ciudadanos que esos exabruptos tipo “se acabó la broma” que el profesor de historia Julián Casanova ha definido magistralmente como el “macho-franquismo”.

Hablamos de refugiados, de misericordia, de dar alguna respuesta a miles de personas que huyen de la guerra y el fanatismo que les persigue. Si fue Ada Colau la primera en plantear una red de ciudades de acogida, con un registro de familias que quieran acoger a refugiados o contribuir económicamente a ello, hoy ha sido Manuela Carmena en los micrófonos de Onda cero quién ha avanzado que también trabaja en esa dirección y que el viernes se sentará con Ada Colau para intercambiar ideas y propuestas. Solo esperan que el gobierno autorice el número de refugiados para acogerlos.

No son las únicas las alcaldesas de Madrid y Barcelona, también el nuevo alcalde de Valencia, el de A Coruña... se están interesando en la propuesta de red de ciudades de acogida.

Esas mareas de complicidad generan más sentimiento identitario y de orgullo nacional que los que hablan como si estuvieran todo el tiempo en la barra de una taberna.


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