Editorial del 12 de junio de 2015

Tras 24 años al frente de la alcaldía, Rita Barberá ha renunciado hoy a su acta de concejal del ayuntamiento de Valencia. Entró directamente a la alcaldía, allí siguió con tres mayorías absolutas y se marcha sin sentarse en el sillón de la oposición. En su última rueda de prensa, con colaboradores a su lado llorando sin disimulo, Rita Barberá ha admitido que su tiempo ha pasado y que se va orgullosa de “haber puesto a Valencia en el mapa”.

Desgraciadamente en el mapa informativo, Valencia ha sido reiteradamente noticia no por lo que presume Barberá sino por lo que han ido demostrando los tribunales: la corrupción y el despilfarro.

Hubiera sido un detalle democrático que la exalcaldesa estuviese mañana presente, como lo estarán todos los alcaldes salientes, para entregar la vara de mando a la nueva autoridad municipal. Barberá ha escogido no tener que pasar por eso, seguramente porque ve humillación donde solo hay formas democráticas de proceder.

También para orillar otra humillación, la Infanta Cristina ha querido apuntarse el tanto de haber renunciado a su título como duquesa de Palma. Los tiempos no cuadran, sin embargo, y desde Zarzuela se insiste en que fue el rey Felipe VI quién decidió desposeer a su hermana del título y solo después llegó a palacio la carta de Cristina de Borbón con la renuncia. Lo que parece seguro es que Juan Carlos, padre del rey, nunca lo hubiera hecho.


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