Editorial del 10 de abril de 2015

Que la política es ingrata lo dicen todos los que se han dedicado a ella y se han visto devorados por coyunturas e historias diversas.

La líder de UPyD, Rosa Díez, la primera política en España que clamó contra el bipartidismo y la corrupción, está viviendo un drama político y personal: los suyos la están abandonando para subirse a otro caballo, demoscópicamente ganador, precisamente cuando se va a celebrar una carrera importante.

Aragón y Asturias son las comunidades en las que la cúpula completa de UPyD ha abandonado el barco de Rosa Díez para caer en los brazos abiertos de Albert Rivera. Ciudadanos celebra precisamente esta tarde un Consejo General Extraordinario para aprobar sus candidaturas y es más que probable que entre ellas haya miembros destacados de Unión Progreso y democracia.

La puerta del partido de Rivera ha quedado abierta esta mañana a los disidentes de UPyD, donde todo indica que el último, mejor dicho, la última, cerrará la puerta. Hay algo de injusticia en lo que le está ocurriendo a Rosa Díez: Cuando se acerca el momento de recoger los frutos de su mensaje pionero frente al bipartidismo, otros se llevarán el cesto y la gloria.

Hay errores en política que no parecen tener castigo y otros, en cambio, se ensañan con quienes los cometieron.


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