Editorial del 11 de febrero de 2015

Tomás Gómez mira a su alrededor y observa las filas prietas y el ánimo guerrero. Ve a sus incondicionales del Partido socialista de Madrid y construye su sinécdoque intelectual: o sea, toma la parte por el todo.

El núcleo de fieles que este mediodía le ha arropado mientras censuraba a su Secretario General y le amenazaba con terribles consecuencias en todos los procesos electorales, no es todo el PSOE de Madrid, es solo una parte del socialismo madrileño.

Que Pedro Sánchez haya ejercido su autoridad sin esperar la espada de Damocles de una posible imputación de Tomás Gómez es un ejercicio de coherencia política respecto a lo que viene pregonando desde que es secretario general. El tranvía de Parla, su sobrecoste inexplicable y las investigaciones de la UDEF al respecto, hace tiempo que hacían imprescindible cambiar de caballo para una carrera tan importante como la del próximo mayo.

Por otra parte, las credenciales electorales de Tomás Gómez son las siguientes: recibió un partido con 30 mil militantes en Madrid y lo deja con la mitad; en el 2009 lo votaba el 35% y en las últimas europeas, lo hizo el 18%. La culpa, fue de Rubalcaba –dijo- aunque ni sus contrincantes políticos creían lo mismo. La frase para la intrahistoria la dejó hace un par de años Esperanza Aguirre: “Tomás es lo mejor que nos ha pasado”.


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