Editorial del 23 de septiembre de 2014

Que una mujer no puede ser obligada a ser madre en contra de su voluntad, es una premisa incuestionable del siglo XXI en cualquier país donde la ciencia, el desarrollo y los derechos civiles son piedras angulares de la sociedad. El presidente del gobierno lo ha entendido por fin y ha asumido en primera persona la decisión de abandonar definitivamente la contrarreforma del aborto con la que amenazó Gallardón desde su llegada al ministerio de justicia.

El presidente Rajoy ha declarado este mediodía que modificará solo el artículo referido a las jóvenes de 16 y 17 años que deseen abortar, para que sea preceptivo el consentimiento paterno. Ese aspecto, por cierto, fue el único que el Partido Popular esgrimió durante la última campaña electoral, cada vez que se les preguntaba. O sea, esa y no otra, fue la promesa electoral que hoy se compromete Rajoy a poner en marcha antes de fin de año. Como ha dicho el propio presidente, “he tomado la decisión más sensata”.

Será por los votos y no por la libertad de las mujeres, pero eso hoy importa poco. Menos aún el futuro de Gallardón. Lo que cuenta es que España sigue siendo Europa y las mujeres, algo más que una incubadora.


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