Editorial del 2 de septiembre de 2014

La anaconda del verano sigue en el centro de la información. El asunto Pujol es hoy doblemente protagonista: primero porque el Parlament de Cataluña ha votado por unanimidad -incluida CIU- pedir la comparecencia urgente del expresident y segundo porque Montoro, ha contado en el Congreso que Pujol no se acogió a la amnistía fiscal del 2012.

También ha añadido el ministro de Hacienda que los dirigentes políticos deben ser ejemplares. Una bonita afirmación que deberían aplicarse no solo los Pujol sino también el resto de “bandas organizadas” que han dejado este país como está y a merced de ser rescatado solo con el esfuerzo de los habituales.

El ministro ha confesado sin despeinarse que a Pujol le sigue la pista la agencia tributaria desde el año 2000, y lo sabe porque entonces él también era el ministro de economía. La pregunta que se hace la ciudadanía es si en 14 años todos los gobiernos del Estado y los correspondientes responsables de la agencia tributaria no han encontrado nada censurable en el manejo económico de los Pujol.

No es difícil pensar que el problema ha sido el separatismo sobrevenido de los Pujol, no el latrocinio. Es más, muchos podrán sospechar que mientras el Govern no pidió la luna, los sucesivos gobiernos, necesitados del apoyo convergente, miraron el dedo del honorable, mientras los sacos viajaban tan ricamente a múltiples paraísos.

Es desolador llegar a la conclusión de que todo lo que estamos conociendo, jamás habría salido de las catacumbas de no ser por la situación catalana actual. Habrá que estar ojo avizor para que las partes no reediten un pacto de silencio. Lo tienen históricamente tan ensayado.


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