Editorial del 30 de abril de 2013

Ya imagino que con todo lo que hay, la sentencia de la famosa Operación Puerto, debe ser de poco interés público: oscilará entre poco y ninguno, pero aún así, podemos decir que no salimos de nuestro asombro, o, mejor, como dijo aquella vedette, no salimos de nuestra apoteosis.

La mayor operación contra el dopaje y por tanto contra las trampas en el deporte español, ésa en la que Eufemiano Fuentes era el diablo de las bolsas de sangre y las sustancias prohibidas, resulta que se ha saldado, según sentencia conocida este mediodía, con una condena al dr. Fuentes de un año de prisión y una multa de 15 euros diarios durante 10 meses. El resto de acusados, menos aún. Y algunos, incluso han sido absueltos. La jueza Julia Patricia Santamaría ha rechazado además la petición reiterada de todas las autoridades antidopaje internacionales que querían tener acceso a una muestra de una de esas bolsas de sangre. Qué habría en ellas, que hoy parece que todo el mundo respira tranquilo.

Sin ningún ánimo justiciero, parece lógico que resulte sorprendente que esta macro operación, a la que se destinaron tantos recursos, espacio y expectativas, acabe así. Alguien nos tomó el pelo. No sabemos si antes o ahora.


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