Editorial del 15 de abril de 2013

Si las elecciones de ayer en Venezuela se encararon como un plebiscito entre neoliberalismo y socialismo, el día después ha dibujado un escenario de muy compleja gestión.

Ganó el hombre de Chávez pero por mucho menos de lo que los sondeos habían predicho y, en todo caso, lo hizo por solo 300 mil votos. Tanto Maduro como Capriles se muestran dispuestos a contar de nuevo voto a voto y nos sitúan ante un culebrón venezolano, tan propio de estos tiempos difíciles. En Italia, sin ir más lejos, sigue el culebrón del gobierno imposible varios meses después de las elecciones. Si malas resultan las mayorías absolutas, siempre tentadas de confundir mayoría con unanimidad o cheque en blanco, malas son las situaciones ingobernables que provocan división y desconcierto.

Otro culebrón que sigue es el de Falciani, el héroe –al que los suizos consideran villano- que se fue de la lengua y puso en aprietos a 130 mil evasores de Europa y Estados Unidos. Hoy ha pasado por la Audiencia Nacional -que debe decidir si lo extradita o no a Suiza- con peluca y gafas. Falciani es desde hace años un hombre protegido por la policía española. Si está vivo, seguramente es por ella, lo cual da idea del peligro que encierra poner en apuros a esos “ciudadanos respetables” que roban a la hacienda pública de sus países.


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