Editorial del 24 de octubre de 2012

Aunque el futuro de Rubalcaba y el PSOE no figura entre las principales preocupaciones de los españoles, sí es cierto, como el propio PP ha manifestado a través de diversos líderes, que el funcionamiento del reino de España se ha asentado en la etapa democrática sobre la alternancia en el poder de dos grandes partidos de implantación estatal.

Que uno de ellos muestre signos preocupantes de debilidad no es bueno ni para sus votantes, ni para los votantes de los demás, ni por supuesto para el país.

Había expectación por tanto por escuchar a Rubalcaba, que ha comparecido en rueda de prensa para decir, que la “crisis ha amontonado los problemas en el PSOE” y que ha pasado poco tiempo desde la salida del gobierno. Comprende el secretario del PSOE que hay urgencia en la ciudadanía para encontrar una alternativa política pero ha sido claro al responder “rotundamente no” a la pregunta de si pensaba dimitir.

Tal vez pasadas las elecciones en Cataluña sea momento de replanteárselo: que ayer Montoro, después de haber pronunciado algunas frases que no pasarán a la historia de la inteligencia política, pudiera espetarle al líder del PSOE, “¿quo vadis, Rubalcaba?", debiera hacerle reflexionar.


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