Editorial del 16 de octubre de 2012

Hay titulares que hielan la sangre aunque se entienda la buena intención que hay tras ellos. Hoy tenemos un ejemplo. “Grecia autorizará la venta de alimentos caducados a un precio menor al original”.

Quién más quién menos se ha comido alguna vez un producto caducado, de hecho las empresas de alimentación suelen actuar con exceso de celo para proteger su reputación, de modo que más allá de la fecha que se indica al consumidor en el envoltorio del alimento, todos sabemos que éste mantiene sus propiedades y su buen estado, algunos o bastantes días más. De hecho en casi toda Europa existe una reglamentación que permite la venta de comida caducada algunos días más allá de la fecha marcada.

Sin embargo, de la misma forma que las ONGs o Bancos de alimentos, no aceptan la comida que está fuera del tiempo de garantía por evidentes razones éticas, tampoco es de fácil digestión admitir que antes de pasar hambre es mejor comer lo que otros rechazan. Es un auténtico dilema moral, como han denunciado las asociaciones de consumidores griegos, que ven una división entre aquellos que pueden pagar los alimentos básicos y los que, por pobreza, se ven obligados a recurrir a alimentos de calidad dudosa”.

La nueva normativa griega excluye productos perecederos como la carne y los lácteos y fija un límite máximo de fechas en las que se pueden seguir comercializando. Si eso permite comer a muchas personas, no puede censurarse la iniciativa pero hay que reconocer que la crisis nos coloca cada vez en escenarios más sobrecogedores.


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