Editorial del 14 de junio de 2012

Pues no va a poder resistir mucho más el presidente del Consejo General del Poder Judicial y el Supremo, Carlos Dívar.

Los vocales del Consejo le han forzado a convocar un pleno extraordinario para este sábado en el que el orden del día es la petición de dimisión que empezó siendo lluvia fina y que, hoy, es ya un auténtico chaparrón que empapa al máximo representante de la Justicia española.

El próximo lunes se empiezan a celebrar los actos del bicentenario del Tribunal Supremo, con la presencia del Rey y toda la pompa que requiere la efeméride, y Dívar, al que según la leyenda, le apasiona el oropel y el boato, hace muchos meses que prepara con mimo y dedicación todos y cada uno de los actos. Su resistencia a dimitir antes del lunes, quizás se estrelle, no solo contra la presión de las asociaciones de jueces y vocales del Consejo, sino puede que también contra otros poderes más altos y más regios. ¿Apetecerá al Rey una fotografía junto a Dívar? ¿El gobierno sigue apoyándole?

Hay alguna señal inequívoca de que su soledad, aumenta: y es que personas allegadas al partido popular empiezan a recordar en voz alta que fue Zapatero quién le nombró. Esa frase tiene toda la pinta de ser el pulgar apuntando al suelo. Ya veremos.


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