Editorial del 5 de marzo de 2012

Por primera vez y última, seguramente, un primer ministro que ocupaba el poder cuando estalló la crisis en el 2008, es llevado a juicio por su gestión negligente.

Hablamos de Islandia y del expresidente, Geir Haarde, que no ha podido evitar que empiece en Reykyavik la vista por su gestión de la crisis, sobre todo por haber desoído las advertencias que recibió en su momento sobre el inminente crack de los principales bancos del país.

En 1905 los islandeses crearon una Corte especial para procesos a miembros del Gobierno que hasta hoy, 107 años después, permanecía inédita. Hoy se ha estrenado con el Sr. Haarde, a quién buena parte de los islandeses consideran responsable del colapso de su economía. Las protestas airadas de la población, incluso contra el Parlamento de la Nación, provocaron que los Bancos islandeses perdonasen una parte importante de los préstamos hipotecarios de los particulares y las empresas, hasta hacerlos difíciles pero no imposibles de pagar.

Hace 4 días, la agencia Fitch, con un cinismo digno de más espacio para ser comentado, concluyó que “la poco ortodoxa respuesta a la crisis de la isla ha tenido mucho éxito”. Tanto que este año crecerán un 2.4%, más que toda la zona euro según la OCDE. Por supuesto que los islandeses no quieren ni oír hablar de unirse a la Unión Europea.


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