Editorial del 5 de febrero de 2010

El decreto ley es una herramienta eficaz del poder ejecutivo para atender a cuestiones urgentes o cuya solución no puede esperar el dictamen del poder legislativo. Sin embargo, esté o no justificada la urgencia, hay tradición en España de bautizar casi todos esos decretos ley de decretazo.

Sin embargo, no hay más que leer la inmensa mayoría de los foros abiertos en todos los medios de comunicación para darse cuenta de que el golpe de autoridad del ministro Blanco en el asunto de los controladores goza de la aprobación general. El ministro de Fomento ha dicho este mediodía que el gobierno se ha cansado de chantajes y que no es tolerable que una empresa pública pague sueldos millonarios a un colectivo privilegiado mientras exige austeridad a los demás.

El decreto entra hoy en vigor y consigue con una firma que el gobierno a través de AENA sea la que organice el trabajo de los controladores. Hasta ahora, ellos organizaban sus turnos. Trabajarán 1750 horas anuales, las mismas que la mayoría de asalariados, y las mismas que ya estaban de hecho trabajando ellos, sólo que ahora les entrarán en el sueldo. Antes, a partir de 1200 horas empezaban las extras y el taxímetro de oro. En teoría se acabó la posibilidad de que los controladores estropeen las vacaciones de Semana Santa a aquellos que piensan tomar un avión.
Y, en teoría, todos los grupos parlamentarios podrían convalidar la ley en el Congreso cuando se someta a su consideración.


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