Editorial del 14 de enero de 2010

Cadáveres, sollozos, oraciones. Decenas de miles de muertos, tres millones de personas afectadas, fronteras cerradas para que los supervivientes no huyan de su suerte, colapso de todo... Así se está escribiendo la peor tragedia en América desde hace varias décadas.

No es que la catástrofe se cebe con los pobres, es que los pobres carecen de recursos para prevenir la catástrofe y están siempre a su merced. Viven de milagro y mueren en circunstancias que otros sortean con muchas menos dificultades.

El horror de las imágenes y las noticias que llegan de Haití ocupa casi todo el espacio informativo.


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