Editorial del 10 de noviembre de 2009

Si una persona, hombre o mujer, conduce bebido o borracho y atropella a alguien o provoca un accidente de tráfico, la ley añade a su comportamiento delictivo el agravante del alcoholismo. Parece normal, ¿no?

Pues bien, a pesar de que el consumo de alcohol está según la OMS detrás del 50% de los crímenes machistas, en España es un atenuante. O sea, alguien mata a su mujer o le da una paliza pero tiene el detalle de emborracharse antes, y su abogado defensor ya tiene un atenuante de pena con el que ponerse a trabajar. La coartada sonaría poco más o menos así: “la mató, sí, pero, el pobre, no sabía lo que hacía porque iba drogado”.

Es curioso que habiendo aprobado el gobierno una ley integral contra la violencia machista no haya reparado hasta hoy que tal vez, quizás, fuera bueno que alcohol y drogas sea un agravante en lugar de un atenuante. Una subcomisión del Congreso que lleva 9 meses trabajando, ha dicho hoy que recomendará al gobierno que cambie ese aspecto de la ley.

Lo curioso del asunto es que, en el programa electoral del PP hace un año y medio, ya figuraba la eliminación, como atenuante, de drogas y alcohol. Lo defendió Ana Mato pero nadie le hizo caso.

Y Esperen que ésto no ha acabado: Un puñado de expertos y dos docenas de diputados aún van a perder unos cuantos meses más en acordar una obviedad.


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