Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 14 de marzo de 2014

No las tengo todas conmigo, no sé si por ignorancia -eso nunca hay que descartarlo- o por exceso de celo. El caso es que el decreto ley del Gobierno sobre la refinanciación y reestructuración de la deuda de las empresas me huele a chamusquina. Cuando escuchamos a la vicepresidenta el relato de una medida que pretende frenar la quiebra de más empresas por falta de financiación, solo podíamos alegrarnos. Luego llegaron las dudas. Veamos: la ley es para las empresas grandes, que nadie espere que un autónomo o un pequeño negocio se beneficien de ella. Es más, tendrán prioridad las empresas de los amigos. Estamos en España, no lo olviden, y en las monterías se cierran muchos negocios.

Hablamos de SA que siendo presuntamente viables son devoradas por las deudas, aunque vaya usted a saber si no fue por sus pésimos gestores. Sus acreedores, los bancos, pasarán a ser socios, convirtiendo las deudas en participaciones de la empresa. Suena bonito, pero atención a la segunda parte: si tan fácil era conseguir que no cerrasen tantas empresas, ¿cómo no se hizo antes? Sencillamente, porque el sistema financiero español estaba enfermo de ladrillo. Ahora que ha saneado sus balances a costa de los contribuyentes, ahora que se ha desprendido de toda toxicidad derivándola al banco malo que nos vamos a comer con patatas los de siempre, va e ingenia una nueva ley para volver a correr riesgos e inflar sus balances, repartir más beneficios y volver a las andadas. Sí, porque cuando un banco concede un crédito tiene que provisionarlo; es decir, contemplar, por si acaso, que no se lo devuelvan. Eso merma la cuenta de beneficios y los dividendos. Pero, atención, este decreto ley cambia las reglas del juego y permite a las entidades financieras no contar como crédito las deudas que engullan de esas empresas; al contrario, podrán añadirlas a su balance como capital social.

El premio a la obediencia

¿Por qué iban a arriesgarse los bancos otra vez a meterse en negocios ajenos al suyo? Bah, total, si las cosas salen mal ya han aprendido que viene el Estado a salvarles y a quedarse la porquería financiera, la grasa que les molesta. Siento auténtica curiosidad por saber qué opina el regulador -o sea, el Banco de España-, aunque dudo de que su gobernador ponga en apuros al Gobierno que lo nombró. La obediencia tiene premio, y no cumplir con tu obligación aquí nunca tiene castigo. También ardo en deseos de escuchar a los ilustres economistas que tanto criticaron, a tiro pasado, la falta de intervención del Banco de España durante las tropelías financieras de los años de vino y rosas. Lo malo es que casi todos tienen silla en el consejo de algún gran banco. Si callan significa que el decreto ley es bueno para quien les paga.

Siempre nos quedará Europa. ¿Dará por bueno el decreto ley o les sacará los colores a todos? Se aceptan apuestas.


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