Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 10 de enero de 2014

Dicen los politólogos y demás intérpretes de la mediocridad gobernante que el gallardonazo en el tema del aborto no es un fin en sí mismo sino un medio para que vuelva el amor del sector recalcitrante. Es decir, el mayororejismo necesitaba más madera con la que compensar el desapego emocional que el Gobierno de Rajoy ha provocado en las filas del hooliganismo pepero. El cumplimiento acelerado de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre la doctrina Parot está resultando una digestión difícil que manifestó los primeros síntomas en los abucheos a los líderes populares en la última manifestación de las víctimas del terrorismo. Estar en el coro, soltando decenas de etarras en apenas unas horas, y al mismo tiempo repicando que sienten «repugnancia» al hacerlo no es un mensaje de comunicación sencilla. Todos sabemos que la política tiene truco, pero no se puede ver la cabeza del conejo antes de sacar la chistera. Hasta el más fiel de los electorados observa que la misma fiscalía del Estado, veloz para recurrir la imputación de la infanta o para socorrer a Miguel Blesa, se inhibe ante la reunión de etarras en Durango. Recibir a la presidenta de la AVT en la Moncloa para templar gaitas ya es una carta usada, de modo que echar mano del ministro más narcisista era el comodín del público. Esto es, un gesto muy vistoso cara a la galería con el que mantener prietas las filas del sector cabreado. Sí, porque hay un movimiento de indignados del PP, muy activo en los medios, que vive en el reproche permanente. Rajoy nunca les gustó, pero ahora lo desprecian sin matices.

Un capital dilapidado

Si esta teoría de la compensación fuera cierta, convendríamos en que el Gobierno ha tomado por rehén el vientre de las mujeres y su libertad para decidir algo tan serio como la maternidad. En este escenario, Gallardón sería el tonto útil al que el presidente deja hacer sabiendo que mientras seduce a lo más reaccionario se inmola como futuro candidato. El capital político que podía concitar el exalcalde de Madrid cuando iba de verso suelto ha sido dilapidado en pocos meses, aunque jamás conseguirá que los que recelaban de él en su propio partido o aledaños le crean ahora. Por cierto, que tenían razón, aunque ese es otro asunto.

Si ante las elecciones europeas observan ustedes que los temas recurrentes son el aborto y la unidad de España, habrá que sacarse el sombrero ante Rajoy: habrá conseguido la abrasión del ambicioso ministro que quería su silla, callar al sector cavernario y proclamarse el único defensor de la patria española. De hecho, ¿no observan ya a Bárcenas y sus papeles desdibujándose en la memoria colectiva? ¿Quién recuerda el rescate bancario que no íbamos a pagar, el IVA que no subiría, los recortes en sanidad, educación y dependencia que jamás ocurrirían? Rajoy está dejando a Aznar como un aficionado.


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