Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 8 de noviembre de 2013

Aunque la frase recurrente es la contraria, «la banca nunca pierde», basada desde luego en hechos reales y más que contrastados, esta semana hemos asistido a un episodio de enfrentamiento muy llamativo entre el Ministerio de Economía y los popes de la banca española. A propuesta de Emilio Botín, la Asociación Española de la Banca anunció hace unos días que José María Roldán sería el nuevo presidente de la patronal bancaria. Este caballero, considerado un hombre de Rato y economista del Servicio de Estudios del Banco de España, ha estado al frente de la Dirección General de Regulación del Banco de España los últimos 13 años. Por más que los expertos subrayen la excelencia profesional de este hombre, a cualquiera de nosotros, pobres ignorantes, se nos abren las carnes pensando que fue Roldán el que tuvo la última palabra en la regulación de bancos y cajas cuando la orgía de sus acciones nos trajo a donde hoy estamos. Roldán fue, por ejemplo, el que cambió el sistema de provisiones de la banca para que Caja Madrid pudiera repartir 1.000 millones de beneficios.

Un pulso ganado

El ministro Guindos sorprendió a principios de semana a los patrones de la gran banca considerando «poco ético, estético e inoportuno» que un señor que regulaba desde el Banco de España fuera a presidir a sus regulados. Y tiene razón el ministro. Por eso muchos consideraron también poco estético que él mismo, secretario de Estado con Rato, pasase a dirigir Lehman Brothers en España y, de vuelta a casa, pasase a ser ministro de Economía con Rajoy. Menudencias éticas aparte, el caso es que la AEB replicó al enfado de Guindos con la legalidad vigente: nada impide que seis meses después de abandonar el Banco de España alguien pase por la puerta giratoria hacia empresas privadas del mismo sector. Y aquí llega una bonita lección para quienes sostienen que el poder político siempre está en manos del poder financiero. Ha bastado que Guindos amagase con cambiar la ley de incompatibilidades, para aplicar dos años de carencia a cualquiera que abandone el Banco de España antes de entrar en el sector financiero privado, para que Roldán haya desistido. O sea, el pulso entre ministerio y poder económico lo ha ganado la política. Si quieren, sí se puede. El BOE es una poderosa herramienta que puede usarse hasta contra Botín, aunque esas batallas en la cumbre suelen producir cadáveres. Es pronto aún para saber cuántos y quiénes.

En este episodio para iniciados en el mundo de los dioses solo falta un aspecto: Europa. ¿No habrá sido la troika la que ha forzado al ministro a fijarse en la ética y estética del asunto? ¿Lo ven a él solo capaz de enmendarle la plana al Santander, el BBVA, el Sabadell y el Bankinter? ¿No se envainó Wert su orden ministerial para dejar sin asignación a los Erasmus tras la bronca de Bruselas? ¡Ah, Europa!


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