Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 1 de marzo de 2013

'Un popolo che elegge corroti, impostori, ladri e traditori non e'vittima. E'complice'. O, lo que es lo mismo, un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores no es víctima, es cómplice. Este fue uno de los mensajes que más circuló por las redes sociales italianas durante la campaña electoral.

Aunque Berlusconi sea, de todos los candidatos, el que más se acerca al pleno de esos adjetivos usados, aunque Beppe Grillo tenga méritos para adjudicarse a medio plazo también alguna de las categorías, no parece que Bruselas esté entendiendo el mensaje. Berlusconi y Grillo suman la mitad de los votos emitidos y pese a la repugnancia recíproca que se profesan, están unidos por un sentimiento antieuropeo que les ha conectado con buena parte del electorado. Añadamos esa evidencia a otra aún más dolorosa para los austericidas del Norte, el fracaso de su hombre Mario Monti, y tendremos un retrato de la realidad que solo parece haber entendido el Gobierno francés y el presidente del Parlamento europeo, que es alemán, pero no de la cuerda de la cancillera. Martin Schulz fue quien leyó mejor los resultados y advirtió de que los recortes unilaterales y los sacrificios sin horizontes no funcionan. "Hay que tomarse esto en serio", dijo, mientras su compatriota, el ministro de Exteriores, Guido Westerwelle, indolente y merkeliano, se limitó a recetar más política de reformas para asegurar la confianza de los mercados. No hay alternativa al camino emprendido por Mario Monti, dijo otro ministro alemán, el de Economía, sin reparar en el pequeño detalle de que los italianos le han hecho un 'vaffanculo' --sí, significa lo que parece-- sin anestesia. A la troika le bastaba un resultado discreto de su hombre, lo justo para convertirse en bisagra y por tanto en primer ministro otra vez pero legitimado por las urnas, que siempre viste más. No contaban con que los resultados arrojasen a Monti a la irrelevancia.

Ingobernable

Italia tiene hoy un apellido, ingobernable, que se repite en todas partes como las malas salsas. Es más, desde el cierre del escrutinio ya se anuncian las próximas elecciones, porque estas, al parecer, no han salido bien. El electorado no ha aprobado y tiene que presentarse a nuevo examen de recuperación. Es la gente la que se equivoca, la democracia no es infalible como el Papa o los Papas, ahora que tendremos uno en activo y otro emérito.

No es posible sentir simpatía por el del 'bunga-bunga' y sería una frivolidad manifestarla por Beppe Grillo porque es una incógnita. De entrada, no es fiable quien tiene tan pocas respuestas que no se atreve a que le hagan una sola pregunta. Pero todo ello no impide sentir empatía con los italianos: han gritado en las urnas un hartazgo que los listos del Norte no quieren escuchar. Los mercados, dicen, tienen miedo. A falta de piedad, eso al menos, les convierte en humanos. Y es comprensible: el 'tsunami tour' --así bautizó Grillo sus mítines por toda Italia-- está llegando a las playas de Berlín y de Bruselas.


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