Artículo publicado en la sección 'Al contrataque' de la edición del día 1 de febrero de 2013

La aristocracia política parece haber abandonado la batalla de la realidad y se concentra en la guerrilla de las palabras. Practican escarceos de despiste con el lenguaje, tomándonos definitivamente por bobos. Nadie, al parecer, les pone al corriente del estado anímico de la nación, así que flirtean peligrosamente con los límites de la paciencia.

A la misma hora que los abogados de Luis Bárcenas acreditaban ante la justicia que su cliente sí se ha beneficiado de la amnistía fiscal a través de una sociedad, el hombre que le nombró tesorero --Mariano Rajoy-- huía en el Congreso de pronunciar siquiera su nombre cuando la oposición le pidió contundencia y celeridad ante el episodio más grave de corrupción de la democracia española. "Estoy de acuerdo --le dijo a Alfredo Pérez Rubalcaba--, y no se me ocurre otra cosa que darle el mismo consejo que me ha dado a mí". El líder de la oposición tiene motivos para encajar el 'zasca', pero el presidente del Gobierno demuestra que no estuvo en clase de democracia el día que contaron que tras la pregunta de un adversario político están miles, tal vez millones, de ciudadanos. Alguna lección también se le pasó por alto al vicesecretario de organización, Carlos Floriano, cuando hace unos días y sin escapársele la risa afirmó que "el PP es incompatible con la corrupción".

También se atrevió Artur Mas a decir en público que se fiaba de Xavier Crespo mientras el ruso Petrov cantaba ante el juez por cuánto había conseguido presuntamente sus favores. Se dirá que dónde queda la presunción de inocencia, pero ¿a quién extraña que la ciudadanía presuma más bien la impunidad?

Sin dejar esta misma semana, ahí quedó para la posteridad la explicación del ministro Gallardón del indulto al conductor kamikaze. No solo no sabía que su hijo trabajaba en el bufete que defendió al homicida, sino que en su descargo dijo que el Gobierno de Zapatero indultó peor en las mismas circunstancias. Un argumento intelectualmente brillante, digno del que consideró que solo la maternidad hace a la mujer auténticamente mujer.

Recaudación

Cae la economía y se hunde el consumo, pero dice Luis de Guindos que "estamos en el buen camino". Montoro aparece sonriente y orgulloso de su recaudación fiscal como si tuviera algún mérito meterle por decreto la mano en el bolsillo a todos los que puede mientras los Bárcenas se blanquean por la puerta de atrás. Y habla, en fin, la señora Fátima Báñez de "alfombra roja para todo aquel que quiera emprender" como quien te invita a entrar en Ikea y salir con un salón metido a trozos en el carro.

Escuchándoles a todos, viene a la cabeza una frase inolvidable de César Luis Menotti, aquel poeta aficionado al fútbol: "Basta de hechos, ahora queremos palabras". Y ahí están: la reforma laboral crea empleo; el copago sanitario es para atendernos mejor; las tasas, para que la justicia sea gratuita; y las privatizaciones, para acabar con el despilfarro.

La paciencia es una virtud con fecha de caducidad.


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