Un mes antes de aceptar la presentación de Gran Hermano, alguien escuchó decir a Mercedes Milá que volvería a televisión para hacer "algo relacionado con la cultura y nada que ver con el prime-time". Su talento para el pronóstico está claramente por debajo de su osadía. La última revolución del share televisivo la ha pillado delante de la cámara, firme en sus convicciones, guerrera con el cinismo y la hipocresía que dice detectar a su alrededor y sobre todo, feliz.

¿Se ha abierto la veda contra usted?

Pues sí, y me parece perfecto. Tengo la impresión de que me consideran muchísimo más de lo que hasta ahora me habían dicho.

¡Vaya forma de metabolizar!

Es que yo soy muy positiva.

¿Por qué aceptó?

Porque es un grandísimo programa de televisión. La libertad y la cercanía que da Internet al usuario se ha trasladado por primera vez a la televisión. Lo grande de GH es la emisión 24 horas: en cualquier momento, alguien puede conectar libremente con un lugar en el que libremente hay gente dispuesta a ser observada.

No observo grietas en su convicción...

Me interesó ya el formato en origen, lo llevo siguiendo desde hace dos años. Su creador se dio cuenta de que el nuevo lenguaje de Internet obligaba a ir por otro camino a la televisión.

Entonces, ¿ni siquiera fue difícil convencerla?

Cuando me llaman, y algo avergonzados, me preguntan si quiero oír la oferta de presentar GH, respondo que claro que quiero. Y cuando vi que iban en serio dije: adelante, contad conmigo. No importa que me despellejen.

Muchos creen que sólo intenta justificarse.

Estoy dispuesta a discutir hasta con el lucero del alba que GH es un buen formato. Sé que estoy en una experiencia de televisión nueva. Sólo falta el tiempo necesario para ser asimilada.

Y mientras tanto...

A mí me gusta arañarme; si no, no me entero de que voy por la selva.

No hay equivocación sin riesgo, pero ¿asume algún error?

De momento asumo que no nos hemos equivocado.

Si en este momento la gente de nuestra común profesión pudiera nominar, ¿la expulsaría a usted del paraíso?

No lo creo, no conozco el caso de una periodista expulsada del paraíso con 11 millones de espectadores.

A lo mejor es por eso...

Entonces las contradicciones seguirían en aumento. Me hubiera gustado que me preguntaran por qué llevo dos años sin salir por televisión.

Yo se lo pregunto. ¿Por qué?

Porque no encontré ningún trabajo cuyo riesgo mereciera la pena. Me ofrecían circo. Me decían: hay que debatir como sea, que se enzarcen como sea. Entonces me retiré de la televisión: a mí, como sea, no.

¿Cree que los que están censurando su trabajo pueden llegar a admitir que se han equivocado?

A mí me gustaría que si eso ocurriera fueran lo suficientemente honrados como para admitirlo. Yo lo he hecho muchas veces.

Dice Gustavo Bueno que no ha visto programa más católico: el ojo de Dios que todo lo ve y esos chicos confesándose.

[Risas] Recuerdo el terror que sentí en el colegio cuando me explicaron el Juicio Final porque allí saldría todo y yo no concibo la vida sin secretos. Este programa es como el Juicio Final, con la diferencia de que te sometes voluntariamente.

Que no era el caso del Gran Hermano de Orwell...

Me encanta que hablen de Orwell aunque lo hayan leído siete personas. La gran diferencia entre el Gran Hermano de Orwell y éste es la libertad.

¿Hay un rincón de este país en el que usted misma pueda escapar del ojo del GH? Se la ve hasta en las portadas de las revistas del corazón.

[Risas] Me veo y comparo las arrugas de ahora con las de la última vez que estuve en una portada. Hay que tomar las cosas como vienen. Estoy feliz con este trabajo: me ha puesto sangre en las venas para una década.

Parece concienzudamente blindada. ¿Hasta dónde puede aguantar la presión?

Cuanto más se meten conmigo, más sangre tengo en las venas. Las dificultades me dan más fuerza.

¿Sabe que hay apuestas sobre cuándo dejará usted el programa?

Aguantaré mientras haga periodismo. Sigo haciendo exactamente el mismo trabajo que he hecho toda mi vida: preguntar y moderar.

¿Tiemblan las piernas cuando uno se sabe presente en el minuto más visto del año en televisión?

Al revés, da una inmensa tranquilidad. Es como una coraza ante posibles problemas. He sufrido tanto con la angustia del puto Sofres que sé lo que significa no tener que preocuparse en absoluto por eso. Yo creía que ese gusto no me lo iba a dar ya la vida.

Decía Larra que en este país, cuando a un zapatero se le antoja hacer una botella y le sale mal, después ya no le dejan hacer ni zapatos. Se lo digo porque hay mucha gente preocupada por su futuro...

[Risas] ¿De verdad? Es que yo estoy haciendo zapatos. Unos zapatos fantásticos, cómodos, nuevos y modernos. Cuando vuelvo a casa y me miro en el espejo digo: ¡pero tú, qué suerte has tenido!


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