Estuvo en el otoño de Praga, menuda metáfora, grabando una parte del último trabajo de Juan Perro, su heterónimo. Hace años, cuando recorría las grandes ciudades europeas al frente de Radio Futura, apreciaba "cierto embobamiento y monotonía gris" que ha acabado por alcanzarnos. Se cumplieron sus peores presagios, dice, aunque él es un auténtico guerrero sin antifaz que a los 46 tacos sigue sin conocer la pereza cerebral. Algún día será doctor en filosofía ("he presentado un trabajo que sería el esbozo de la tesis"), ahora es un forastero que vuelve a casa. 

Hay gente a la que nadie espera. A usted le ocurre justo lo contrario. ¿Se deja presionar por la expectación?

No tengo la sensación de que nadie esté esperando mi trabajo, aunque es verdad que cuando saco algo siempre me dicen: "cuánto tiempo". Soy yo quien me presiono a mí mismo comprometiéndome en más cosas de las que puedo hacer.

¿De dónde se supone que regresa Juan Perro?

He estado unos años en el aprendizaje del son cubano para incorporarlo al taller de sonido del rock español. Regreso al patio de casa desde las fronteras americanas de lo hispano.

Dicen que nuestro desarrollo económico es de impresión. ¡Y usted nos viene con el título de Mr. Hambre!...

Mr. Saciedad se podría llamar, o Señorito Bienestar... (Risas). Hay gente que tiene aún hambre, de esa que no se puede saciar con objetos de consumo.

Pero la utopía está a dieta rigurosa. ¿Cómo combatir la anorexia?

¿Pero alguien creía de verdad que se podía reestructurar el capitalismo de Occidente? Nunca ha sido creíble, pero sí que la realidad es transformable. Hay que investigar en qué márgenes eso es posible.

¿No esperará que los jóvenes se arremanguen y se arriesguen a sudar?

No, los veo aburriditos, con desgana e interés en lo inmediato. Pero su supuesto pragmatismo no les hace siquiera ser radicales como para desarrollar el cinismo hasta las últimas consecuencias.

¿Por qué han perdido el hambre de la que antes me hablaba?

Porque nos lo dan todo masticado, técnicamente mediatizado. Ya no nos preparamos la comida.

Juan Perro habla del encanto de lo humilde. ¿Le parece más elegante la pobreza que la opulencia?

A mí me gusta la limpieza de lo humilde, el "seremos pobres, pero aseados" de las abuelas.

¿Usted cree que las palabras curan?

Sí, pero deben haber sido capturadas de antemano por un sentido profundo.

¿Se apunta a la teoría de que no hay más pensamiento que el que pueden expresar las palabras?

Creo que el pensamiento es el lenguaje más una pulsión que está pegada al lenguaje, pero no se reduce a lo lingüístico. A lo mejor tiene que ver con la música, con la parte del sonido que no es verbal.

¿La frontera es para usted lo que para otros la patria?

Sí, porque la frontera marca el límite hasta donde llegan los poderes fácticos, y al mismo tiempo es el territorio de contacto con lo extraño, lo distinto. En realidad, vivimos en la frontera todo el tiempo, encima del vacío. Lo saben los que han descubierto la libertad de su espíritu.

Entonces a usted, ¿qué le hace sentir forastero?

Lo patrio. No es que rechace mi origen; al revés, es mi manera de sentirme integrado. Soy un extranjero de aquí.

¿Se puede ser pescador y, como dice en una de sus recientes canciones, "estar siempre del lado del pescado?

Es una forma extraña de pescar, sí: sin anzuelo, ni caña, ni hilo. Se pescan muchos resfriados. (Risas).

El que pelea en el bando de los perdedores, ¿es valiente o extravagante?

Cuando uno se siente del lado del bando débil porque te toca, hay que librar esa pelea aunque acabe contigo.

Canta: "Si me haces daño, te convierto en canción". Muy bonito. Así no se gasta un duro en psiquiatras...

Trato de evitar lo de los psiquiatras. (Risas). La herida amorosa tiene mucho que ver con el canto.

Está artísticamente muy austero. ¿Es la simplicidad cualidad de lo profundo?

Depende del momento. A veces hay que ser oscuro o barroco por necesidad, porque algo no se tiene claro. Lo contrario también sería banalizar.

¿Por qué resulta tan insólito que un rockero sea culto y reflexivo?

Porque se vende ese prototipo. Tampoco está mal esa idea de que lo rockero responda a los instintos adolescentes. Los músicos populares contemporáneos son seres reflexivos y abiertos a las ideas. En la carretera, en la furgoneta, en los hoteles, se dialoga mucho.

Santiago Auserón. Luego, Juan Perro. ¿Volverá a cambiar de nombre?

Tengo proyectos para desarrollar bajo la etiqueta de Juan Perro, pero igual le llega su fin. Ya veremos dónde me lleva esto.


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