El seleccionador nacional va de camuflaje; se parece poco a su imagen, aunque no sólo no le importa, sino que "así me va bien", dice, y añade retóricamente: "¿Para qué voy a intentar cambiar, entonces, la opinión que la gente tiene de mí?". Hijo de un humilde carpintero, vale como ejemplo de que la suerte está con los firmes de voluntad. Más que responder, chuta palabras a puerta y, cuando intuye que alguna se escapa, remata con un "¿me entiendes o no?". Y sí. A José Antonio Camacho se le entiende todo porque es frontal.
¿De qué pueden hablar un hombre como usted y una mujer como yo que no sea de fútbol?
De lo que quiera. Hay un sexto sentido que le dirá por dónde tiene que entrar.
Pues vamos a allá. ¿Se atreve a definirme el eterno masculino?
El que cree que ser muy hombre es no hacer ninguna función del hogar, salir de copas con los amigos o ir sólo al fútbol, por ejemplo. Y la mujer, en casa. Imagino que será eso.
¡Vaya joya!
Pero eso se está perdiendo. En casa todos tienen que participar, sobre todo los jóvenes. Si tienes un hijo y una hija, no le puedes decir a ella que quite la mesa y dejar al hijo sentado.
Toda la humanidad-varón que conozco ha soñado ser futbolista. ¿Qué les da la pelota que no encuentren en nada más?
Es lo que ves en casa. A mí me empezó a gustar el fútbol porque le gustaba a mi padre y a mi hermano mayor. Ahora, hasta las chavalas son unas asiduas.
¿Descarta que a las chicas lo que les guste, más que el fútbol, sean los futbolistas?
Eso también. Donde quiera que vamos hay avalancha de chicas que lo mismo dicen "qué bueno está éste" o "a tal me lo llevaría por delante". A los chicos se les para, pero a ellas... Hay que poner hasta guardias jurados en las habitaciones porque se te cuelan.
Dicen que le debe mucho a su voluntad. ¿Sus deseos han sido órdenes para usted?
El talento ayuda, pero sin disposición no se llega a ningún sitio. Sin voluntad, el talento no te convierte en el mejor, porque para ser un ganador no basta decirlo, hay que vivir sólo para eso.
¿A qué viene su cara de cabreo si sus amigos me cuentan que en privado es usted otro?
¿Qué haría usted en una rueda de prensa ante de 40 tíos? Si te ríes dicen que estás de cachondeo. El que funciona es el gesto serio.
Usted habla a menudo de autoridad, ¿se impone o se merece?
La captan. Entras en un vestuario y nada más verte se dicen: "Éste manda" o "éste no pinta nada". ¿Comprende? Aunque quieras ser autoritario, si no sabes, no sirve de nada.
Como seleccionador, ¿alinearía al jugador que fue?
Seguro. He jugado 81 veces con la selección, con todos los seleccionadores y antes y después de una lesión muy importante.
Sus órdagos son antológicos. ¿Negocia siempre con la renuncia en la mano?
Si te fichan es porque les gusta cómo eres. Yo no me ofrezco, así que si me vienen a buscar son ellos los que deben adaptarse a mí.
¿Le cabe en la cabeza no llegar a sentarse en el banquillo del Real Madrid?
El Madrid me educó a mí, me hizo como soy. Ya he tenido la posibilidad de estar y si no acepté es por algo. Todo llegará.
En un duelo de entrenadores Valdano-Camacho un periodista tituló El verbo contra la carne. ¿No le molesta que nadie dude de quién es quién?
En absoluto, y menos con un amigo. Es verdad que Jorge tiene una facilidad especial, pero lo suyo es otro sambenito. Nos ponemos aquí él y yo, y seguro que yo hablo mucho más. (Risas).
¿Qué le parece esta teoría?: se juega con la cabeza y el cuerpo sólo empuja, ¿sí?
Sí, pero la cabeza se pierde cuando el cuerpo no empuja. Si físicamente no estás fuerte, el cerebro no funciona. El tío que piensa mucho y el cuerpo no le sigue, no ve nada.
Usted es hijo de un perdedor de la guerra. ¿Le ha vacunado eso contra todo lo que huela a política?
Puede. Yo recuerdo ver a la Guardia Civil por casa para ver cómo vivíamos. Eran otros tiempos. Pero nunca me he sentido en el bando perdedor, quizá no tenía la edad.
Su padre era un humilde carpintero. ¿Qué aprendió de él?
El orgullo, él nunca cambió de chaqueta. Esa es mi herencia, que uno es como es, gane o pierda.
Sorpréndame, dígame qué lo pone tierno.
Los hijos, por ejemplo, hacen pasar momentos inolvidables, y yo tengo tres. Y los padres. Los veo con 87 y 85 años y me gustaría que tuvieran 20 años menos para que pudieran disfrutar algo más de la vida ahora que puedo ayudarles.