La periodista Julia Otero considera obsceno el ruido político durante una pandemia que ella ha vivido muy cerca de dos médicos, su marido y su hija
hoy.es, 26 de julio de 2020
Por MIKEL LABASTIDA
Después de una jornada intensa, que comienza por la mañana preparando los contenidos del programa y culmina tras cuatro horas frente al micrófono, Julia Otero (Monforte de Lemos, 1959) llega a casa y se queda durante mucho rato callada. «Estoy harta de oírme todo el día, me convierto en austera con mis propias palabras», confiesa la periodista que este curso ha cumplido 13 años al frente del espacio vespertino de Onda Cero.
-¿Reconoce su voz si escucha alguna de las primeras emisiones de 'Julia en la Onda'?
-No nos damos cuenta de cómo cambia la voz, pero cuando recuperamos una grabación de hace 30 años nos cuesta reconocernos. Y eso que yo me llevo muy bien con mi voz.
-¿La radio es el medio que ha sacado lo mejor de usted?
-No necesariamente. Aquí estoy muy a gusto pero yo recuerdo mi paso por la tele con cariño. En un plató me siento cómoda cuando puedo hacer el programa que quiero. No soy de las que escupen a la tele, aunque sea una costumbre extendida. Es un medio maravilloso, en el que he pasado tardes, noches y mediodías estupendos.
-¿Echa de menos la tele que se hacía cuando usted hacía tele?
-Bueno, es que eso conduce a una nostalgia que no soluciona nada. Claro que me gustaría que alguna televisión en España -deberían ser las públicas- tuvieran capacidad para hacer programas como los que se hacían en otro momento y que sí existen en otras partes de Europa, como en Francia, pero ya te digo que no me gusta regodearme en la melancolía.
-¿Cómo ha llegado esta vez al final de temporada?
-Cansada, ha sido duro. Siempre lo es, pero esta vez con todos los añadidos aún más. Tengo la sensación de que ha pasado una vida entera en el confinamiento. Ahora debo desconectar. Si solo trabajas al final pierdes el perfume de la vida y hay que estar en el mundo más allá de la radio, hay que moverse por los mercados, por los hoteles, por las calles, empaparse de lo que te rodea, porque si no al final te alejas, tu mensaje se divorcia de la realidad. Un buen comunicador debe tener los pies en la realidad de su país.
-¿Los ha tenido en los últimos meses?
-Sí, date cuenta de que yo llegaba a casa por la noche y me encontraba con un médico que venía del hospital, que es mi marido, y con una casi médico, que es mi hija, que este año ha acabado su rotatorio. Tenía cerca a dos personas que volvían del hospital y a una madre de 80 años que vive con nosotros. Imagínate combinar todo eso. Me he enterado de primera mano de todo lo que estaba ocurriendo en primera línea en un centro sanitario. Pero además he comprobado en tiempo real cómo le llegaba el conocimiento científico de todo el mundo. Me enteraba de avances o investigaciones que no saltaban a los medios hasta 6 días después. A veces creemos que todo es más inmediato de lo que es.
-¿Ha sido más difícil gestionar la información o las emociones?
-Sin emoción no hay una buena transmisión de la información, la empatía es fundamental en quien comunica. No puedes dejar en la puerta del estudio las emociones y luego trabajar con material informativo. En este caso la mezcla ha sido explosiva, no eran unas emociones rutinarias. Además te sometías cada día a un cierto debate ético, porque tenías que animar a la gente y contar cómo muchas personas se han volcado ayudando y apoyando, pero por otro debías hablar de la muerte, de las muertes diarias. Nunca había tenido la percepción de ser tan útil. Y más aquí. La radio es el medio de comunicación en el que la distancia entre el que habla y el que recibe es más corta.
-¿El periodismo se ha puesto a prueba?
-Lo hace cada día. No vive un momento feliz, porque está muy precarizado. En la urgencia creo que todos hemos hecho lo que hemos podido. Yo he intentado minimizar el ruido político, eso sí, que me parecía obsceno en algunos momentos. Nunca había entrevistado a tanto talento científico, hemos podido concienciar a quien nos escucha y a nosotros mismos de que ese talento no puede ser ninguneado por el Estado.
-Se habla mucho en las últimas semanas sobre las críticas que los periodistas reciben de algunos políticos, ¿cómo lo ve?
-A mí me ha dedicado un vídeo la señora Rocío Monasterio y se han dirigido a mí los señores Abascal y Espinosa de los Monteros, o Rafa Hernando en alguna ocasión. Ellos señalan y luego llegan las hordas en masa e insultan, intimidan, amenazan. Eso es una realidad cotidiana que sufrimos casi todos los periodistas. Unos más que otros, seguramente. Y unos más que otros provocan que las asociaciones de periodistas se manifiestan más tibiamente o más abiertamente. No es fácil acostumbrarse pero hay que gestionarlo anímicamente. Hace tiempo que descubrí que es imposible que te quiera todo el mundo.