Tiempo, 12 de noviembre de 2010

Julia Otero (Monforte de Lemos, Lugo, 1959) es ya una clásica de la radio española. Lleva tres años pilotando las tardes de Onda Cero, pero ya lo hizo durante ocho temporadas en una “vida anterior”, como ella suele decir. La televisión, donde triunfó, la ve ahora muy de lejos.

Por: Álvaro Nieto

Supongo que es consciente de que su programa suena diferente al resto de la programación de Onda Cero.

Intento hacer un programa muy plural que sea reflejo de la sociedad española. Yo no hago un programa para adictos, huyo de los radicalismos.

Precisamente usted es de las pocas estrellas de la radio que todavía no se sabe en qué trinchera política milita.

Seguro que hay oyentes que piensan que sí pertenezco a alguna trinchera, porque los radicales siempre creen que la tibieza es propia del adversario. Me parece de enorme pobreza intelectual pensar que el partido al que votas lo hace siempre bien.

Y otra seña de identidad de su programa es que no aborda los temas del corazón.

Del corazón siempre he huido porque lo he sufrido en carne propia: sé lo que significan las persecuciones y el comentario barato. Nunca he tratado esa información.

En su anterior etapa fue líder de audiencia por las tardes, pero ahora no. ¿Mantiene la esperanza de volver a conseguirlo?

Ahora es imposible con la cobertura que tenemos. La Cadena Ser tiene muchas más emisoras que Onda Cero.

¿Volverá algún día a hacer televisión?

Haciendo un espacio de tres horas diarias en la radio lo veo difícil. Lo intenté una vez y acababa extenuada. Mi marido y mi hija también se merecen mi tiempo.

¿Pero le apetecería regresar a la tele?

La televisión actualmente está muy difícil. Ponte tú a entrevistar a Mario Vargas Llosa a las diez de la noche... Ahora todo depende de las leyes del mercado, la calidad tiene un precio y pocos están dispuestos a arriesgarse. Ya no hay marcha atrás.

El panorama que pinta es desolador.

Es verdad, pero es que el mundo en el que estamos no es muy confortable. Me da un poco de miedo. Todo es muy simple, de digestión rápida. Reina el fast food.

¿Y no tiene la esperanza de que regresemos algún día al slow food?

No lo creo. No tengo la sensación de que el futuro vaya a ser mejor. Mi generación es la última que va a vivir mejor que la de sus padres.

¿Quién tiene la culpa de todo esto?

Supongo que todos llevamos encima una pequeña carga. El mundo nos ha puesto en una tesitura en la que la prisa lo condiciona todo, y en la velocidad se pierde la capacidad crítica y de reflexión.

¿Cómo se educa a una hija de 14 años cuando el futuro es tan negro?

Los padres tenemos la obligación de desarrollar en nuestros hijos una actitud crítica. Hay que esforzarse en transmitir valores universales, dar la máxima formación posible y fomentar el espíritu crítico. Pero nada me hace pensar que vaya a tener éxito como madre.

Usted es licenciada en Filología Hispánica. ¿Qué le parece que la ‘i griega’ vaya a cambiar de nombre?

Los que hemos estudiado el alfabeto fonético internacional siempre la hemos llamado ye. Cuando los lingüistas deciden algo es porque científicamente es incuestionable. Fiémonos de ellos.


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