La Razón, 20 de septiembre de 2010

Por Miguel Arroyo

Triunfó en Onda Cero en los 90, con «La radio de Julia», y desde su regreso a la emisora, hace ahora tres años, ha vuelto a repetir la fórmula del éxito con «Julia en la Onda». Por toda su trayectoria acaba de recibir el Premio Joan Ramón Mainat, en el reciente Festival de TV de Vitoria, que suma, entre otros, a sus cuatro Ondas, su TP de Oro y su Antena de Oro.

–Los años pasan, pero usted sigue en la misma onda...

–La verdad es que los premios son cada vez más caros. Cuando empiezas es más fácil, pero cuando pasan los años son mucho más complicados. De todas formas éste me ha encantado porque lleva el nombre de un amigo, un hombre de talento y bondadoso que convenció a Pilar Miró para que hiciera «La luna».

–Supongo que las pocas novedades de su espacio se deben a que en Onda Cero se dice siempre que «no se toca lo que funciona»...

–Bueno, nosotros somos el único programa que hace tres auditorías externas a lo largo del año, con llamadas y sms de los oyentes, para ajustar cosas, saber lo que no se puede tocar y lo que cojea, o los colaboradores que gustan y no.

–Lo de poder fichar a Javier Sardá, Rosa Mª Calaf y Lucía Etxebarría es todo un lujo en estos tiempos...

–Es un lujo que acepten cobrar lo mismo que el resto y que hayamos sido capaces de convencer a personas que son reacias a intervenir en este medio.

–¿Qué busca en sus tertulianos?

–Sobre todo solvencia intelectual, que sean capaces de aportar conocimiento para que todos aprendamos. Quiero que estén representadas todas las corrientes de opinión de España, que es un país complejo, y huir de la uniformidad y del radicalismo.

–¿Tienen que ser polémicos?

–No es necesario, aunque la polémica es una virtud de la dialéctica. El buen polemista, que parte de esa solvencia intelectual, es indispensable para un medio, porque agita la conciencia. No busco el polemista por el polemista.

–¿Ha notado la crisis la radio?

–La crisis ha llegado a todas partes, pero algunos anunciantes han descubierto que la radio es un vehículo excepcional en tiempos de dificultad y la verdad es que hemos sobrevivido mejor que otros medios, y en nuestro programa no hemos perdido ni un solo anunciante.

–¿Usted es más Guardiola o Messi?

–Estoy obligada a ser Guardiola, para organizar el equipo, aunque consensuando con éste las tácticas, pero cuando salgo a antena también debo marcar goles y ser por tanto Messi.

–A sus años, ¿le sorprende aún la radio o sólo lo que se dice en ella?

–La radio, como medio de comunicación, tiene una salud excelente, es prodigioso para acercarse al oyente y hablarle de tú a tú. Luego como se use forma parte de la ética de cada uno, y muchos la han perdido durante mucho tiempo.

–¿España es un país más radiofónico o televisivo?

–España es un país excepcionalmente radiofónico, pero también televisivo, pues es evidente que el impacto de la TV es enorme, pero si evaluamos las audiencias de los grandes magazines matinales hay más gente que escucha la radio.

–Pero en la radio no hay «princesas del pueblo»...

–Afortunadamente. Para mí la única princesa que hay es la de Asturias, que lo hace muy bien y que, como el Príncipe, es muy seria y responsable.

–¿En la radio le aburre más el corazón o la política?

–El corazón siempre me aburre, porque no me interesa con quién se acuesta una u otra persona. Nunca lo he tratado en mis programas, siempre he huido de él y parece que con éxito, porque parece que me han olvidado para siempre. La política sólo me aburre cuando es mezquina, pero a veces es grande, y algunos políticos que conozco lo son. Hay que recuperar la reputación de los políticos y no se puede generalizar, porque es injusto.

–¿Qué queda de la Julia que hacía «La radio de Julia» en los 90?

–Queda mucho. Yo empecé muy joven, con apenas 17 años en Barcelona, pero el modo que he tenido de acercarme al micrófono siempre ha sido el mismo, con respeto y responsabilidad. Lo que ha cambiado es el papel del periodista y comunicador. Antes era neutro, le pedían que fuera el intermediario, pero desde hace años piden que se moje, que opine, que tenga criterio, buscan en él una opinión.

–¿Cambiaría algo de lo que ha hecho o dicho en su carrera?

–Tengo razón para pensar que debería haberme arrepentido de algunas cosas, pero no me arrepiento de nada. Me gusta que nadie me crea de los suyos, que nadie me llame para darme consignas, algo que a los 50 años me parece bueno.

–Y en un Grupo como en el que está, ¿A-3 no le ha tentado con algún programa para regresar a TV?

–La televisión privada no sé si es mi televisión. La que he hecho siempre estaría más cerca de la pública, y por eso renuncié, entre otros proyectos, a presentar el primer «Gran Hermano» en 2000. Sabía que ese formato triunfaría, que era prodigioso, pero mi concepto de la TV no voy a cambiarlo ahora.

–¿Qué ha evolucionado más en este tiempo, la radio o la TV?

–Hemos evolucionado todos, somos un espejo de nuestra sociedad, de un mundo donde todo evoluciona.

–¿Qué noticia le gustaría contar este año radiofónico?

–El fin de ETA es lo que todos quisiéramos contar, que acabara la violencia en nuestro país. Y en TV me gustaría que hubiera debates políticos de altura, algo de lo que en la actualidad carecemos.


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