La Voz de Galicia, 27 de octubre de 2013

Por: JORGE CASANOVA

El gallego más famoso de Barcelona es una gallega. Se llama Julia Otero, nació en Monforte y es una de las voces y los rostros más conocidos del panorama mediático nacional. En su programa Julia en la Onda, el debate soberanista se aborda con frecuencia. Ella afirma que, si el referendo se llegara a celebrar, votaría que no, pero expresa sus dudas sobre la conveniencia de no permitir la consulta: «No tengo miedo a la opinión de la gente».

-Personalmente, ¿cómo está viviendo todo este proceso?

-Yo ya dije una vez, usando la metáfora del puente, que en las guerras, los puentes es lo primero que se bombardea. De manera que no resulta cómodo ser un puente. Cuando estoy en Barcelona me siento españolista y catalanista en Madrid. A los que actuamos como puente nos están dando de un lado y de otro. No es nada fácil y, al final, la tentación de la inhibición es grande.

-Pero eso debe ser imposible. Inhibirse al debate, quiero decir.

-Yo no lo hago, pero imposible no es. Hay gente que navega sin mojarse. Yo que no soy independentista, ni nacionalista siquiera; yo que considero que la patria son las personas a las que quiero, intento entender algunas claves y, cuando las quieres explicar, te las devuelven en forma de piedra y te las arrojan a la cabeza.

-¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

-Esto parte de muy antiguo, de habernos inventado un Estado de las Autonomías que no correspondía a ninguna necesidad sociológica ni histórica. Yo creo que el famoso café para todos fue un error, un pacto pragmático. Si esa estructura descentralizadora se hubiera hecho correctamente... pero en muchos casos solo ha servido para duplicar gastos y, cuando ha llegado esta crisis endemoniada, es cuando nos hemos damos cuenta de que esta estructura que se ha montado sin desmontar otras, es económicamente inviable.

-¿Y hacia dónde cree que vamos?

-Pues no lo sé. Yo ya hace tiempo que aviso a mis amigos de Madrid que lo que está pasando en Cataluña no es «lo de siempre», reivindicaciones que acabarían con un pacto económico; que hay una generación distinta que ha perdido ciertos complejos y están reivindicando algo que sus padres resolvieron de manera más pragmática. Aquí, según todos los sondeos, la mayoría de la gente quiere ir a votar, aunque no sea para hacerlo a favor de la independencia. Y este es el gran error de Madrid, pensar que todos los que quieren la consulta, son favorables a la independencia. Y no es verdad.

-¿Es favorable a la consulta?

-Yo creo que en pocos días se conocerá la pregunta y la fecha prevista, que es una manera de lanzar la pelota al tejado de Moncloa. Seguramente Madrid no la permitirá y no creo que Mas quiera cometer una ilegalidad. Si eso es así, es posible que se adelanten la elecciones y que sean plebiscitarias, con un bloque a favor de la independencia y otro en contra. Y como ensayo general es posible que en las europeas veamos una lista compartida entre Esquerra y Convergencia y con independientes sin carné de partido pero que represente a todo el nacionalismo.

-Pero usted qué opina ¿Se debe permitir la consulta?

-A mí, que votaré que no, no me da ningún miedo que me convoquen a votar. No tengo miedo a saber lo que piensa la gente y constato que en las dos mayorías absolutas del PP es cuando más se ha alimentado el independentismo en Catalunya. Creo que hay una cierta confusión. Yo tengo un amigo independentista al que le digo: ¿No será que tú lo que quieres es independizarte del PP? Yo diría que el recurso correcto es el de Cameron, que autoriza la consulta en Escocia pero que la quiere pronto. Y les pide a los escoceses que se queden, les dice que los necesitan, que juntos estarán mejor. Cuando son tantos los que dicen que quieren ir a votar, oponerse, a mí me parece, cuando menos, temerario.

-Cuando sale de Cataluña, ¿percibe mayor animadversión hacia los catalanes?

-Claro. Le contaré una cosa. Yo tengo coche viejo, pero que funciona muy bien y que tiene indicativo provincial de Barcelona en la matrícula. Hace 15 días me lo rayaron en Monforte. Pero me rayaron el techo bien rayado. Cuando estas cosas le pasan a un ciudadano catalán que va por ahí. ¿Cómo cree que se puede sentir?


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