XLSemanal, 15 de enero de 2006

Vuelve a las ondas por todo lo alto. En la franja de las superestrellas masculinas, la mañana. Mano a mano con Luis del Olmo. Dispuesta a refrescar el panorama radiofónico y a conquistar nuevas audiencias.

Por Virginia Drake | Fotografía de Antonio Terrón

Desde el 9 de enero, Julia Otero se ha hecho cargo de la última hora del programa Protagonistas, de 11:00 a 12:00 de la mañana en Punto Radio. Hemos hablado con ella de su vida y su experiencia como entrevistadora; de las siempre polémicas relaciones entre la política y el periodismo, profesión y vida privada...

XLSemanal. De no haber anunciado Del olmo su intención de retirarse, ¿usted habría aceptado volver a la radio en estas condiciones?

Julia Otero. Está claro que acepté porque era la mañana y porque había una marca detrás: Protagonistas.

XL. Una mujer en las mañanas de la radio...

J.O. (Me interrumpe) ¿Quién dijo que las mañanas son de los hombres? La inercia arrasa todo lo que se pone por delante. Vocento es una empresa atrevida, sí; pero eso no significa ser kamikaze.

XL. El trío Luis del Olmo-Julia Otero-Concha García Campoy funcionó a finales de los años 90 en Onda Cero. ¿Se repite ahora la fórmula?

J.O. Curiosamente, sí; aunque con distintos horarios. Concha está haciendo un programa estupendo; la última vez que la vi le dije que tenía los colaboradores con los que a mí me gustaría contar.

XL. Los oyentes suelen identificarse con las cosas que escuchan... ¿No teme que la parroquia de Luis del olmo no sea precisamente la misma que la suya?

J.O. La gran virtud de Luis ha sido siempre la de caminar por encima de las brasas de la, polarización, ha jugado muy hábilmente sus cartas. Yo me planteo ser tan universal como sea posible, y si puedo rejuvenecer la audiencia del programa sin excluir a nadie, será bueno para todos.

XL. ¿Es consciente de que la crispación política está creando un bipartidismo peligroso también en las ondas?

J.O. El bipartidismo que puedan protagonizar la COPE y la SER siempre chocará con cadenas como Punto Radio, Onda Cero... Es más, me cuesta mucho imaginar que la COPE pueda encontrar relevos en el mercado de los comunicadores. Sólo los que están en ella en este momento se identifican con la línea y el tono de esa emisora.

XL. ¿Cree que algunos periodistas se han lanzado abiertamente al ruedo político?

J.O. Desgraciadamente, en España, algunos medios de comunicación han entrado en el juego político, aunque no sé si podían hacer otra cosa, porque desde el poder se ha impuesto la máxima de 'o conmigo o contra mí'. Si desde el poder se alimenta esto, de alguna forma se está viciando la independencia de los medios. Vamos a ver, ¿Jiménez Losantos es un periodista o está ejerciendo la oposición? Yo no lo sé. La polarización vende, pero los que navegan en este mar proceloso tendrán dificultades.

XL. ¿Es coherente hablar de libertad de expresión y ejercer a la vez presiones sobre los medios de comunicación?

J.O. La coherencia es decir siempre lo mismo. Los que no aceptan que los políticos se manifiesten y se posicionen en contra de la línea ideológica de una emisora, como ahora ocurre con la COPE, no pueden ser los mismos que aplaudían este comportamiento cuando lo hacían en contra de la SER. Si un discurso vale en unas ocasiones y en otras no, no es creíble y resulta fariseo.

XL. ¿Dictámenes como el que emitió el Consejo Audiovisual de Cataluña contra la COPE suponen un ataque a la libertad de expresión?

J.O. Hoy, confiar en la autorregulación de los medios es tan efectivo como lo de aquella miss que solicitaba la paz en el mundo. La democracia no existe sin libertad de expresión pero, ojo, tampoco si se deja impunes las faltas o delitos que se cometen en su nombre.

XL. En agosto de 1999, la dirección de Onda Cero le comunicó el final de La tarde de Julia, pese a que llevaba dos años siendo líder de audiencia. La razón que esgrimió fue que se trataba de un espacio demasiado «intelectual y elitista». ¿Cómo encajó aquello?

J.O. Hacía mucho calor y Javier Gimeno sudaba mucho. Ver los sudores de alguien que no sabe cómo justificar el contenido y la forma de lo que está diciendo te hace ponerte en su lugar y hasta sufrir por él. Está claro que un programa elitista no puede ser líder de audiencia, eso no se sostiene por definición. Le dije que me sentía mucho más cómoda en mi piel de víctima que en la suya de ejecutor. Así de simple. Yo acaté con dignidad, pero él cumplía 'órdenes de arriba', según cuenta en un libro Ernesto Sáenz de Buruaga.

XL. ¿Quién pidió 'desde arriba' la cabeza de Julia Otero?

J.O. No lo sé, desde luego Álvarez Cascos, entonces vicepresidente, no fue, ya que tuvo la gentileza de recibirme en la Moncloa para dejarme claro que él no estaba de acuerdo con esa decisión. Yo tengo una excelente relación con Álvarez Cascos, es más, a él le compraría de segunda mano su coche; a otros, no.

XL. Desde hace tiempo es usted productora de sus propios programas. ¿Ha perdido mucho dinero con su última apuesta, Las cerezas, en TVE?

J.O. Sí, pero el dinero no es lo que más me importa, tengo suficiente bienestar económico para que me importe poco y no haré nunca un trabajo que no me satisfaga personalmente. No sé si dentro de diez años estaré en condiciones de decir lo mismo. Está claro que el dinero sirve para comprar la libertad.

XL. Si en su día le quitaron el programa por criterios ajenos a la audiencia, esta vez parece que sí ha sido el share el responsable del final de Las cerezas. ¿Encaja mejor la ley del mercado?

J.O. Yo prefiero que me apliquen la ley del mercado, eso está claro. Pero es que en este caso tampoco ha sido así. ¡Niego la mayor! Las cerezas no tuvieron un mal share, no fracasaron, iban bien. No pienso regalarles a mis detractores admitir que el programa fue mal, se pongan como se pongan. Los mismos que propiciaron, celebraron y jalearon en su día que me echaran de la radio, sin ninguna razón empresarial y en contra de las leyes del mercado, son los que ahora, incluso antes de empezar el programa, han hecho lo imposible por acabar con él.

XL. ¿Cómo explica que los que estaban entonces 'arriba', con el PP, sean los responsables ahora del final de Las cerezas?

J.O. Pues es así, han sido los mismos quienes han estado presionando para que el programa acabase' cuanto antes, alegando que la audiencia no era la esperada.

XL. ¿Cómo consigue mantener enemigos tan poderosos que actúen igual desde el poder que desde la oposición?

J.O. No lo sé, pero hay algunos que hacen muchos votos para ser mis enemigos. Pero que sepan que yo no pierdo tiempo en cultivarlos.

XL. ¿Por qué cree que la causa por la que terminaron Las cerezas es ajena a la audiencia que consiguió?

J.O. Porque cada vez lo veo más claro. La audiencia que tuvo el programa no rozaba la excelencia, pero estuvo por encima de lo que podía esperarse en una televisión pública. Las cerezas acabaron con un promedio superior al 16 por ciento, cuando el programa que le precedía me dejaba un share del nueve por ciento. Tuviera a quien tuviera invitado, dos millones de personas siempre estaban ahí viendo el programa. Era muy digno, sin ninguna concesión a lo fácil y duraba dos horas y media, el más barato del prime time de la televisión en España con mucha diferencia. Si una televisión pública no puede permitirse un programa como éste, entonces no se puede presumir de que en la televisión pública la audiencia no importa.

XL. ¿Carmen Caffarel le dijo que la audiencia no importaba y usted se lo creyó?

J.O. Me convencieron y, a su vez, ellos también habían sido convencidos de que la audiencia a cualquier precio no iba a ser el objetivo, que el objetivo iba a ser una tele diferente.

XL. ¿Piensa que el PP decide en la programación de TVE?

J.O. La erosión que sufrió la directora general en el consejo de administración de RTVE y en los medios afines al PP para desbancarme de Las cerezas fueron constantes. Para bien o para mal, parecía que para ellos sólo existía este programa en televisión. ¡Todas las semanas estábamos en los papeles! Semana tras semana, se publicaban con titulares gruesos nuestra audiencia. Gente que está haciendo la mitad de mi share no sale en los papeles como salía yo.

XL. ¿Por qué cree que durante tanto tiempo es usted objetivo claro de la oposición?

J.O. Lo curioso es que a mí me fichó el PP para la televisión pública. En 2003 lo intentaron y no entré porque tenía el compromiso con TV-3 de hacer un año más La columna. Pero le di mi palabra a José Antonio Sánchez -antecesor de Carmen Caffarel- de incorporarme la próxima temporada. Contra todo pronóstico, en 2004 ganó el PSOE, y Juan Menor me volvió a hacer la oferta y la acepté. Yo era buena para el PP en 2003, pero un año más tarde soy una piedra en el zapato a la que se combate con un entusiasmo y una desproporción injustificables.

XL. ¿Cómo se lo explica?

J.O. Creo que es el precio que debo pagar por no estar en ninguna ganadería. Yo no pertenezco a nadie, de modo que no me protege nadie cuando vienen mal dadas, sólo yo misma. Y soy un elemento fácil: soy mujer, vivo en la periferia, en Cataluña...

XL. ¿Se siente boicoteada por vivir en Barcelona?

J.O. Boicotean lo que les interesa. Si hicieran con los programas lo mismo que con el cava, las televisiones nacionales tendrían que apagar. Pero han de saber que tan catalán es quien mete cava en una bodega del Penedés como quien enciende la luz de un plató de televisión. Que sepa todo el mundo que hay un porcentaje grandísimo de producción audiovisual hecha desde Cataluña, creando opinión, y que nadie fomenta la segregación, entre otras cosas porque su mercado está en España.

XL. ¿Es usted nacionalista?

J.O. No, no soy nacionalista. Nací en Galicia, mi lengua materna es el gallego y soy bastante galleguista, bastante catalanista y me siento española. Yo me creo eso de la «realidad fraternal que es España» que dice Maragall. Soy hija de la emigración y soy trilingüe, hablo gallego, catalán y castellano.

XL. ¿Los filólogos no dicen 'español'?

J.O. Los filólogos de la Universidad Central de Filología de Barcelona, donde estudié, llamaban al castellano 'español' y decían que lo otro es entrar en política. Yo uso los dos términos indistintamente. Lo que tengo claro es que la lengua es un vehículo de comunicación, no una artillería política pesada.

XL. ¿Se considera una persona vehemente y comprometida?

J.O. Comprometida, sí; la neutralidad no es lo mío, en según qué situaciones me parece una cobardía. Y también soy vehemente, sí, porque lo que no me agita en la silla no me motiva.

XL. ¿Es optimista?

J.O. Ya no, todo lo contrario; soy profundamente pesimista, mejor dicho, soy una persona informada. Creo que el mundo no es ahora mejor. Vamos a toda velocidad hacia el mismo lugar del que huíamos.

XL. Tiene una hija de nueve años.

J.O. Sí, y por eso lo digo. La suya va a ser la primera generación que viva peor que sus padres. Yo he vivido mucho mejor que los míos, como tantos españoles.

XL. Supongo que depende de la situación de la que se parta, hay mucha gente que lleva tiempo viviendo peor que sus padres y otros que siguen mejorando.

J.O. Puede ser. Yo, que he sido emigrante, he mejorado, pero mi hija va a bajar peldaños. Los avances tecnológicos y el estado de bienestar parecía que nos hacían subir un escalón en cada generación. Pues ya no, hemos llegado al rellano y estamos bajando las escaleras. Con 30 años, una carrera acabada y un máster no puedes llegar a final de mes con tranquilidad, ni comprarte un piso en la zona donde viven tus padres, sino en una ciudad dormitorio a 50 kilómetros.

XL. ¿Cómo trata de educar a su hija?

J.O. Pretendo que sea moderadamente feliz. Tendré que enseñarle a ser competitiva, porque, de lo contrario, estará muerta en este mundo. Pero, sobre todo, tendrá que ser competente. El nivel cultural medio español se está nivelando por abajo y esto no puede ser.

XL. ¿No le parece que se vive para trabajar, no al revés?

J.O. Es que cuando el resto de Europa está en casa empezando a cenar, en España estamos regresando de comer. Nuestras jornadas son muy largas, no se acaban nunca. Los horarios españoles son contrarios a la razón, a la producción y a la familia.

XL. Y que los hombres no pongan reuniones a las seis o las siete de la tarde...

J.O. ¡Es que hay que negarse a eso! No se puede aceptar una reunión a las siete de la tarde. Eso es inaceptable. El problema es ¿por qué lo aceptan ellos? ¿No tienen prisa por llegar a su casa?

XL. ¿Para empezar con deberes, baños y cenas?

J.O. ¡Ése es el problema! Que empiecen a arrimar el ascua a la sardina de lo cotidiano. Las mujeres ya estamos hartas de que todo nos toque a nosotras. Es muy elocuente que en este Gobierno ocho ministros tengan 25 hijos y ocho ministras, sólo cinco. El mismo señor que teoriza en una tribuna sobre cómo debe ser la conciliación familiar llega a su casa y tiene los niños dormidos, con los deberes hechos y a su mujer ocupándose al cien por cien de que él pueda salir por la mañana a su trabajo sin preocuparse de la intendencia familiar. Ésta es la realidad, es durísimo, estamos solas. Hemos hechos solas la revolución y lo estamos pagando todos, porque ya no tenemos hijos.

XL. ¿Qué necesita tener el hombre que esté a su lado?

J.O. Necesita hacerme sentir viva, deseada. Yo necesito una gota de pasión diaria para vivir.

XL. ¿Ha vivido intensamente?

J.O. Sí, aunque siempre he sido una persona sensata. Pero a partir de los 40, uno ya tiene resortes para hacer que la pasión no muera.

XL. Ha dicho: «Se puede tener una aventura sin ser infiel con tu pareja... », eso no se le cree ni usted.

J.O. Eso me lo creía antes, ¡ya no! Eso es algo que se piensa cuando uno tiene ganas de tener una aventura. Pero las aventuras cansan y yo ya las he vivido todas. Estoy en época de sentar la cabeza.

XL. Después de separarse del periodista Ramón Pellicer, afrontó la maternidad en solitario a los 36 años.

J.O. Sí, durante dos años fue así. Ahora vivo con el padre de mi hija, que no tiene nada que ver con nuestra profesión.

XL. Su ex marido es el padrino de su hija y trabaja en la misma productora que usted, ¿cómo se consigue eso?

J.O. Tengo la gran suerte de llevarme bien con todos los hombres con los que he tenido algo que ver. Nunca me he sentido abandonada ni me han tratado mal.

XL. ¿Cómo consigue que se sepa tan poco de su vida privada?

J.O. Siendo asquerosamente coherente y no haciendo ninguna concesión a la hora de divulgar absolutamente nada.

XL. Por cierto, su cruce de piernas es sonado, ¿se cree algo?

J.O. En mi casa, me dicen que tengo las piernas muy bien. Creo que les debo a las monjas el enseñarnos a andar y a cruzar las piernas correctamente. ¡Será eso!

XL. ¿Los años todavía no pesan?

J.O. ¡Claro que pesan! Una es consciente de ello y mis faldas son ahora más largas. Ya hay que enseñar las piernas casi como por descuido, no hay que hacer ostentación.

XL. Mae West aseguraba que las niñas malas van a todas partes...

J.O. Yo, desde luego, no tengo ningún interés en ir al cielo.


10 preguntas indiscretas

XLSemanal. Vino a Barcelona cuando tenía tres años...

Julia otero. Emigramos en las pateras de la época: en un tren de madera que tardaba 30 horas en llegar de Lugo a Barcelona. Viajamos en el mismo vagón que una compañía ambulante de varietés.

XL. Su padre era trompetista...

J.O. Me enseñó a crear mi propia música y a ser feminista: con ocho años me enseñó a descorchar una botella de cava.

XL. ¿Eso no es perversión de menores?

J.O. No, no; no me dejó beberla, me enseñó a abrirla porque eso solía ser cosa de hombres.

XL. Estudiar con una beca ¿le hizo ser más responsable?

J.O. Sí, no podía bajar de ocho. Siempre saqué buenas notas.

XL. ¿Tan bien le fue siendo hija única que ha repetido la experiencia?

J.O. Me hubiera gustado tener más hijos, pero la vida no te pone las cosas muy fáciles.

XL. ¿Fue adolescente rebelde?

J.O. No, siempre fui una buena chica, quizá porque no tuve buena salud. Es ahora cuando llevo años rebelándome.

XL. ¿Estuvo enferma?

J.O. Tuve un tumor en el bazo y me intervinieron seis veces. Me abrieron completamente. Vivo sin bazo.

XL. ¿Eso imprime carácter?

J.O. Sin duda, a los 19 años aprendí que la vida no era eterna. Descubrir que puedes morir en cualquier momento fue una losa que me hizo aprender lecciones muy positivas.

XL. ¿Cómo por ejemplo?

J.O. El valor de la familia y la humildad. Mi padre y mi madre eran imprescindibles para mi supervivencia. Me tenían que dar de comer, me vestían... Con 19 años fui como una anciana, o como una niña otra vez.

XL. Y un buen día se convirtió en cabeza de familia.

J.O. Si, los hijos siempre llegamos a ser cabeza de familia en algún momento. Siento una enorme satisfacción por poder devolverles al menos una parte de todos los mimos y cuidados que tuvieron conmigo.


Así recuerda a sus entrevistados

  • Alfonso Guerra, el más polémico. «Se me criticó mi excesiva cordialidad, pero siempre trato de serlo. Cuando Alfonso Guerra no ejerce de hombre feroz, es encantador.»

  • 'Magic' Johnson, le impresionó. «Le entrevisté para TV3 durante los Juegos olímpicos de Barcelona, me impactó mucho en la distancia.»

  • Mario Conde, un mal trago. «Estuve nueve meses gestionando la entrevista. Prometió venir y lo hizo en el último programa. Me lo puso muy difícil, era su primera entrevista en televisión y le faltaban tablas. La verdad es que él lo pasó peor que yo.»

  • Claudia Schiffer, le supo a poco. «No pude o no supe sacarle todo lo que yo esperaba.»

  • Anthony Quinn, se atrevió a retarla. «Antes de salir a plató me dijo: 'Vamos a ver quién gana el juego. Yo intentaré seducirla a usted y usted a mí, ¿ok?'.»

  • Gary Kasparov, cayó a sus pies. «Me dejó en la recepción del hotel Ritz un libro dedicado en el que escribió: 'En recuerdo de nuestra pública intimidad. Nuestra conversación parecía dura, pero nuestros ojos eran dulces. Hasta siempre, Gary Kasparov'.»

  • Vittorio Gassman, se lo puso difícil. «Creo que ha sido uno de los invitados que más me ha puesto en apuros. Fue una entrevista difícil en La Ronda.»

  • Felipe González y Jordi Pujol, un triunfo. «Reunir a Felipe González y Jordi Pujol en un mismo plató. Hubo mucha tensión en esa entrevista porque fue la que abrió el programa de Las cerezas.»

  • Fue entrevista de oro. «La que le hice en Protagonistas en 1990 a doña María de las Mercedes, la madre del Rey, que tuvo el desliz de decir que tenía el teléfono pinchado. Sabino Fdz. Campos nos pidió que cortásemos ese comentario en el resumen que se hacía del programa los sábados.»

  • Se le resiste. «Alicia Koplowitz. Lo he intentado varias veces y nunca lo he conseguido.»


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