Dominical de El Periódico, 10 de octubre de 2004

Por Andrés Rodríguez | Fotografía Joan Tomás

La gallega Julia Otero sueña con cerezas. Las que de niña anunciaban el fin de curso y las que compartirá con sus invitados en la nueva parrilla de la 'televisión Caffarel'. Las cerezas es el dulce nombre de su nuevo programa.

Julia está maquillada y me recibe cordial en su productora. Un piso pintado de colores muy alegres en lo alto de la calle Balmes, de Barcelona. Llego tarde y al disculparme, cariñosa, me advierte de que sólo hablaremos hasta las cinco. Son las cuatro. “Estoy haciendo un casting y tengo esperando a gente... ya sabes. A las mujeres no nos gusta mucho convocar a alguien y hacerle esperar”, La interrumpo con miedo a que mi discrepancia tuerza desde el principio la entrevista... “A los hombres, tampoco”, replico. “Umm... no estoy muy segura”. Me pide un minuto y no me puedo negar tras mis casi quince de tardanza. Pero nos liamos hablando de la tensa entrevista que Arcadi Espada publicó con ella el pasado verano en un diario nacional. “¿La leyó?”, me pregunta. “¿Fue increíble? Me pasé toda la entrevista defendiéndome”. Yo no traigo intención de atacar, pero Julia -lucense de 45 años- coge lápiz y papel, supongo que por deformación profesional, aunque no escribe nada. Yo enciendo la grabadora.

¿Ha visto usted la película de Abbas Kiarostami El sabor de las cerezas?

No, no la he visto. ¿Debería verla?

Es una película iraní muy bella. Pensé que podría haberla inspirado para el título de su nuevo programa.

Pues tendré que sacar tiempo para verla. Ahora que me la ha recomendado, ya no me queda más remedio [risas]. Respecto al título del programa, la verdad no sé cómo surgió. Desde el principio descarté un nombre que explicase el estilo del programa. Prefiero jugar. Tampoco me gustan los espacios que llevan incorporados el nombre de quien los hace. Me parece antiguo. Y creo que están pasados de moda los juegos de palabras del tipo “Esta noche o nunca”. Alguien publicó que ése sería el nombre del programa. Al leerlo me quedé muerta, pensé, “¡Qué poco me conocen!”

Pero, ¿le gustan las cerezas?

Son bonitas por fuera y dicen que limpian por dentro. Además, el tiempo de las cerezas es también el tiempo en el que las empresas de comunicación se mueven buscando nuevas fichas. Con los años he aprendido a ser más una mujer de sustantivos que de adjetivos. La Columna (su anterior programa en la televisión catalana, TV3) también era un título sencillo y sobrio. No explicaba nada.

¿Ha tenido tiempo para descansar estas vacaciones?

No. Me había hecho el firme propósito de descansar hasta enero de 2005, y ya ve. Estoy a pocos días de estrenar un programa nacional en directo que va a durar 26 semanas. Dos horas de entretenimiento. Se va a emitir los miércoles, el día con el que a los presentadores de televisión les amenazan con ponerles si no se comen la sopa. En fin, ya veremos.

¿Cuánto tiempo debe durar una entrevista en televisión para no perder el ritmo?

Mire, no quiero que crea que voy de farol, pero eso lo decido allí mismo, sobre la marcha. La gente que está en continuidad, los que programan las publicidades, y los miembros de mi equipo se ponen de los nervios. No puedo pasarme una hora, pero sí superar en diez minutos o un cuarto de hora el tiempo previsto. Luego sufro las consecuencias por haberme excedido... Es uno de mis grandes handicaps como periodista de televisión. Soy muy indisciplinada.

Habla de la entrevista como si fuese una especie de arte...

Bueno, no tanto. Depende mucho del medio. La radio y la televisión en directo no tienen trampa; pero fíjese, usted me está entrevistado para una revista, y en ese sentido es una especie de demiurgo. Más tarde, cuando se ponga a transcribir las respuestas en el ordenador, estará completamente solo para reflejar su visión y no habrá posibilidad de reacción por mi parte.

¿Qué mecanismo le avisa de que debe saltarse el guión?

Durante la entrevista, en directo, tengo la percepción exacta de si la cosa va bien o mal. En el fondo todo se reduce a pensar: “¡Qué interesante es esto que me está contando!”. Entonces va bien.

Por lo tanto, en última instancia, el criterio no deja de ser algo íntimo que surge del periodista.

Sí, pero ¿quién le dice a usted que un periodista no es como el resto de la gente? Es más, si uno es capaz de sentir como siente la gran mayoría, entonces es posible conseguir eso tan difícil de definir que se llama éxito.

Hablemos del humor. En sus últimos programas ha sido una de sus mejores armas, pero en España no se ríen de lo mismo en el norte que en el sur...

Quizá no, pero alguien como Mr. Bean es capaz de hacernos reír a todos a la vez. Tendremos que buscar, por lo tanto, un humor sin ubicación geográfica, un humor universal. Por ejemplo, aquí en Catalunya, hemos hecho chistes sobre el Fórum a docenas. Si se los cuento a un espectador de Sevilla, probablemente no le haría gracia.

¿Disfruta con su trabajo?

Muchas veces sí, pero hay que otras que no. Ni hablar. Tengo un concepto muy humilde de esta profesión. Tanto que procuro reservármelo. Primero, para no desilusionar a gentes ajenas a nuestro medio, que creen que ser periodista es algo mucho más importante de lo que realmente es. Y en segundo lugar, claro, para llevarme mejor con mis propios colegas.

¿Le agrada lo que está haciendo Sardá en Crónicas marcianas?

Ahh... Es que yo por Sardá siento cierta debilidad. Tengo muy buena relación personal con él y los ratos que nos hemos visto nos hemos reído mucho. No me resulta fácil hablar de] tema. El que cobre por hacer crítica de televisión que opine. Pero sí me atrevo a decir que es un tipo al que no se le puede quitar ni un solo ápice de mérito por lo que ha conseguido. Y luego, ya puede usted entrar en la fase de aspectos censurables que quiera. Pero repito, no soy nada objetiva. No descarto incluso que venga un día al nuevo programa.

¿Cree usted que a doña Letizia se le acabará olvidando que fue periodista?

Hay mucho mito en torno a esto de ser o no periodista. Yo nunca he tenido vocación, por ejemplo. Jamás soñé con ser periodista. Cuando tenía 18 años comencé a hacerle preguntas a un tipo y empecé a estudiar. Fueron pasando las décadas y aquí estoy. No creo que yo haya sido llamada por nadie para ejercer.

Volviendo a la renuncia profesional de Letizia Ortiz...

Por eso le explicaba antes mi origen en esto. Yo no sé si ella será una persona vocacional o no. Pero, no sé, me cae muy bien. Muy bien. Y no sé si olvidarse o no de ser periodista es más o menos importante que ser asturiana, o que ser delgada o morena. En todo caso, al haber estado dentro de un medio, sabe de sobra cómo las gastamos, y eso le va a venir muy bien. Y a la institución también.

¿Cómo vivió aquella noticia?

Con alegría, pero no olvidemos que se trata de una decisión personal. Desde el primer día pensé: “Bien, me gusta”. Lo que no me agradó tanto es que al principio, y ahora a la que te descuidas, hubo una serie de comentarios machistas... Para juzgar su comportamiento surgen actitudes del tipo: “Tú, mejor calladita... ”. Por una parte lo entiendo, porque eso es lo que debes asumir si tienes la mala suerte de enamorarte de un príncipe en vez de un señor normalito.

Considerando el enamoramiento una suerte... no taurina.

Enamorarse siempre es una suerte, de narices. Hay gente que se muere sin haberlo probado. Y hay gente que muere y lo ha probado varias veces. Aunque se pase fatal, aunque sea una infección como la define un amigo mío antropólogo.

¿Hasta qué punto comunicar es seducir?

Es que es absolutamente eso. Comunicar es hablar de manera que en el otro lado haya alguien que te escoja. Y que se quede. Lo que ocurre es que si tiramos de diccionario en una cultura judeocristiana como la nuestra, la palabra seducir tiene algo de malas artes, de pernicioso. Pero seducir es un verbo absolutamente respetable que no está al alcance de cualquiera.

¿Cuándo se dio cuenta de que tenía una capacidad especial para seducir?

Si la tengo, vivo ajena a esa capacidad [risas].

Eso es falsa modestia...

¡Que no! Yo siempre he sido una chica del montón. A mí me pone en la calle Serrano de Madrid, o en la calle Balmes de Barcelona, en la que estamos ahora, paso a su lado y probablemente no se giraría a mirarme. No ahora, que estoy en los cuarenta, sino antes.

Sabe que no estoy hablando de seducción física.

Mire, yo voy a empezar un proyecto televisivo ahora y no tengo ninguna certeza de que los espectadores me vayan a escoger. O de que me escojan los suficientes como para que la empresa que me ha contratado se dé por satisfecha. Es que no lo sé. ¿Desde cuándo se gana un partido sin bajarse del autobús? Dependerá de los contenidos. Yo sola no valgo nada. Luego puedo ser el sello definitivo, pero eso será después.

Usted no pierde nunca la oportunidad de reivindicar la desigualdad que padece la mujer. Me gustaría conocer su opinión sobre cómo las televisiones están informando sobre la violencia de género.

Tenemos que hacer una reflexión. Hace 30 años, la información sobre la violencia de género la publicaba El Caso. Recuerdo un titular de prensa que venía en el libro de periodismo: “Mata a su suegra sin motivos”. Imagínese... debe haber motivos para matar a una suegra. Hace 40 años, socialmente, nadie se escandalizaba por cosas así y, por lo tanto, desde un punto de vista informativo, no había noticia, estaba aceptado culturalmente. Como decía aquella señora: “Mi marido me pega lo normal”. Por eso creo que la televisión no es culpable de la alarma social que provoca la violencia.

¿No puede llegar a suceder que la noticia y el eco de la noticia enturbien la información?

Lo que sí puede suceder es que algunos periodistas se planteen si al informar tan exhaustivamente de la violencia de género no estarán alentando a ciertas personas a cometerla. Lo comparto, pero me consuelo pensando que cuando no se hacía estábamos mucho peor que ahora, porque las mujeres ni siquiera habían descubierto que eran libres y dignas.

En su biografía, aparece como uno de sus máximos logros haber conseguido separar su vida pública y privada. Explíqueme cómo consiguió respeto para su intimidad en estos tiempos de abuso mediático.

Aplique el sentido común. En lo público soy muy pública y en lo privado soy como el resto. Yo me creo la Constitución y los derechos que como ciudadano de este país tengo, y lucho por ellos. No estoy dispuesta a tener ni un derecho menos que otra persona por el único hecho de que ella sea normal. Mi marido y mi hija son personas que no están en la esfera pública y no tienen por qué contaminarse en absoluto porque su marido o su madre trabaje en un medio de comunicación.

Sí, pero, ¿cómo lo consiguió?

Pues con mala leche y con tenacidad. Tuve que enseñar los dientes a aquellos a los que las palabras corteses y las actitudes educadas no les convencen. Pasa muy pocas veces. Los directores de las revistas del corazón han tenido conmigo una actitud impecable. Nadie ha publicado fotos robadas de mi hija. Pero bien es cierto que les avisé. Les envié una carta diciendo: “Señores, observo que me siguen a diario en dos motos y en tres coches. Persiguen a mi hija a la puerta del colegio. No toleraré una intromisión en la intimidad de mi hija porque como menor tiene una serie de derechos idénticos al resto de los niños de este país y los voy a defender como sea”.

¿Tuvo respuesta?

Sí, que no pasó nada... Lo que han hecho José Luis Rodríguez Zapatero y Sonsoles Espinosa este verano ha sido estupendo. Sus hijas no habían aparecido en ninguna parte. No habían hecho ningún reportaje para ninguna revista del corazón ni para ninguna agencia enseñando cómo es la familia Zapatero-Espinosa en la intimidad. Por tanto, si ellos no habían dado este paso, nadie tiene derecho a sacar en portada, como sacaron, las fotos de las niñas. Una revista lo hizo, sin tapar la cara de las niñas, y luego tuvo que disculparse. Me pareció estupendo que el Presidente del Gobierno, en una carta al medio, reclamara el derecho a defender la intimidad de sus hijas. Afortunadamente, aunque no podía ser de otra manera, la revista pidió disculpas y dijo que se trataba de un error. Obviamente no se trataba de un olvido.

¿Si hubiera sido ministra habría posado para el Vogue?

Quizá si, pero no lo habría hecho precisamente en este momento. Creo que los políticos deben saber que al partido de la oposición no hay que darle ni un solo argumento. Si no, arrecian las críticas.

Sí, pero las críticas parecen exageradas...

También es cierto. Si la oposición no tiene nada mejor que hacer que pedir cuentas sobre las dos o tres horas que una ministra ha dedicado a la sesión de fotos... También las mujeres podríamos pedirles cuentas a los ministros sobre el tiempo que dedican yendo a los palcos de los equipos de fútbol.

¿Cree que ganará Bush las elecciones?

Hace poco, tuve el placer de compartir una cena estupenda con el escritor mexicano Carlos Fuentes, que acaba de escribir un libro que se titula Contra Bush. Él tiene la esperanza de que los tres debates televisados que vienen puedan cambiar el signo que apuntan las encuestas. Aparentemente, desde Europa, viendo cómo se puede perder tan estrepitosamente un tiempo de paz, perecería lógico un desastre electoral. Pero creo que se trata tan sólo de una apariencia, al menos viendo cómo van los sondeos. En Norteamérica, el miedo les hace ser más conservadores.

¿Qué cosas le quedan por hacer?

En el aspecto profesional, no sueño con mucho más. Sin embargo, si se refiere a la vida personal, se me abre el campo. Son cosas muy sencillas, que van pasando las décadas y no me da tiempo a hacer. Son cosas muy pequeñitas, pero poco confesables. No se las voy a decir, porque uno espera cosas muy grandilocuentes que sorprendan al mundo.

¿Qué le ofreció TVE para que aceptara?

Me han repetido más de treinta veces que lo que buscan es un programa donde la palabra sea la protagonista. Yo no invitaré nunca a la novia de Dinio.

¿A qué hora de la mañana preguntará por el share de audiencia del día anterior?

Temprano, más o menos cuando llevo a mi hija al colegio. Vivimos en un mundo en el que todo son bienes de consumo. Al final el que manda es el consumidor, no el ciudadano. Si explico tal cosa o tal otra, seguro que vendo más periódicos. Al final, es el dios mercado el que decide.

¿Cómo se siente en este escaparate mercantil?

Bueno... Es lo que hay. Yo soy de las quieren cambiar el mundo. Otra cosa es que sola y a esta hora de la tarde no me sienta capaz.


Doce para Julia

Crecí esperando que el comodín del 3x4 cayese. Pocas veces sucedía, pero entonces Julia Otero presentaba a una bella azafata que se colaba en el salón sólo con la parte de abajo del biquini, tapándose el pecho con las manos. Ahora pienso si aquel premio estaba destinado al concursante o era para los que comíamos con la tele en casa. Desde luego, con la inmundicia televisiva que nos rodea, el premio resulta hoy casi infantil. Tres por cuatro no siempre son doce.

Andrés Rodríguez Director adjunto


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