Entrevista publicada en la revista MAN
Texto: José María Rebas

Ha sido durante mucho tiempo la conductora del concurso "3 x 4". Para muchos, una revelación. Un cebo con el que TVE ha conseguido cotas de audiencia sorprendentes en un espacio y en una franja horaria muy poco estelares. Ahora, Julia Otero presenta un nuevo programa de entrevistas, "La Luna", con el que puede arrasar del todo. La fórmula: su atractivo y su indolente modo de estar frente a la cámara.

Durante año y medio ha sido la culpable de que a muchas amas de casa se les prendiera la sartén en la cocina y de que otros, intelectuales muchos, llegasen tarde a los almuerzos de trabajo por el modo colosal con que cruza las piernas. Julia Otero, que se ha forjado la imagen de nuera ideal, cree que el éxito le ha venido por ser una chica normal.

- ¿Es verdad que te metiste en la radio porque te habías enamorado de un locutor?

- Bueno, no fue exactamente así. Me metí en ese medio porque una especie de novio mío al que le gustaba mucho la radio me propuso hacer un programa con él. Me convenció, porque era una excusa para estar más a su lado. Luego se fue a la mili y me quedé sola dirigiéndolo y presentándolo por mi cuenta y riesgo.

- ¿Uno tiende siempre a interesarse por lo que le gusta a su pareja?

- Normalmente las mujeres somos en eso mucho más delicadas y corteses que los hombres. Somos más altruistas. No lo elevo a categoría, porque la categoría resulta siempre una estupidez, pero si tuviésemos que hacer una encuesta, ganarían las mujeres.

- Esto suena un poco a feminismo. ¿Eres feminista?

- Sí, lo soy. Creo que hay que perder el miedo a la palabra «feminismo». Los detractores se lo han montado muy bien para que feminismo sea sinónimo de mujer histérica y fea. Por eso me parece perfecto que desde una posición como la mía, la de una persona que vive con un hombre, que no va de tía buena pero que tampoco es horrorosa, se reivindique esa palabra. A ver si de este modo los detractores, que se basan en razonamientos muy simples, se quedan sin argumentos. Para mí está muy claro, soy una persona con derecho a tener las mismas oportunidades que un hombre.

- ¿Recuerdas cuándo llegó tu primera oportunidad?

- En este tipo de trabajo te ponen a prueba muy a menudo. Y aunque tú no quieras tener la sensación de que es tu oportunidad, sí intuyes que para los demás es una especie de examen que debes superar. Si lo pasas con buena nota, mejor. Yo creo que hay que tomárselo todo con la suficiente energía, como si fuera lo último que vas a hacer en la vida, por si acaso...

- El programa de televisión "3 X 4" ha sido fundamental en tu carrera, ¿por qué crees que has caído tan bien a la gente?

- A mí me da la impresión de que si he caído bien a tanta gente es porque no ofendo a nadie; ni al ama de casa, ni al marido, ni al hijo. Soy un tipo de persona que cada uno puede hacer suyo a su manera. No provoco a nadie. Tal vez si yo fuera una mujer exuberante, podría hacer sentirse mal a la señora de su casa que ve cómo el marido mira la televisión con ojos lascivos. Pero al ser bastante normal, eso no pasa.

- ¿La popularidad ha cambiado en algún sentido tu vida?

- Yo, hasta ahora, realizaba como mejor podía y sabía mi trabajo de periodista, sin más. Siendo el intermediario entre la noticia y el público. Pero de pronto, cuando uno llega a televisión, empieza a formar parte de una especie de show en el que se produce un sentimiento de esquizofrenia: ya no sabes en qué lado estás de la cuerda. Si eres el intermediario o, por el contrario, la noticia. Eso se soluciona con el tiempo, pero yo todavía no lo tengo muy resuelto, la verdad.

- Como, por ejemplo, el hecho de que te paren por la calle o te pidan entrevistas y te tengas que someter a una sesión de fotos.

- Someterme a una sesión fotográfica me resulta terrible porque es algo que no domino. Cuando te publican el primer reportaje, no le das ninguna importancia a las fotos. Pero cuando ves que no acabas de quedar bien del todo, empiezas a entrar en el círculo vicioso de preocuparse tremendamente por tu imagen.

- Estás casada con Ramón Pellicer, periodista de TV3 y profesor en la facultad de Ciencias de la Información de Barcelona. ¿Cómo le conociste?

- En la rueda de prensa de la toma de posesión del Capitán General Sáenz Larumbe en Cataluña. Me acuerdo muy bien del general y del pesebre que montaron. Yo estaba comiendo croquetas y pinchitos de bacon con dátiles cuando me encontré de narices con un morenazo y pensé: «¡Mira!, este señor tiene un apaño». Por lo visto él pensó lo mismo respecto a mí.

- ¿Eres monógama?

- Lo que soy es fiel, pero la fidelidad se puede interpretar de muchas maneras. Hay una diferencia entre fidelidad y lealtad. Para mí lo fundamental es tener confianza en quien tienes a tu lado. Después, decidir si además vas a ser fiel o no, en el sentido de echar canas al aire, es una alternativa personal. Se puede tener una aventura fuera del matrimonio y ser totalmente legal con tu pareja.

- ¿Lo tienes muy claro?

- En teoría sí. De un modo racional veo que no tienes por qué sentirte humillada si de pronto tu pareja tiene una aventura, pero visceralmente me costaría mucho aceptarlo. No lo he experimentado. Hablar de sentimientos es una cosa, y vivirlos, otra.

- ¿Soportas las situaciones de celos por parte de la otra persona?

- Con mal elemento has topado, porque Ramón es la persona menos celosa que he conocido. Sin embargo, he tenido alguna experiencia sentimental previa y, si tengo que ser sincera, prefiero que no sean celosos.

- ¿Tú lo eres?

- Yo sí. Pero no tengo celos patológicos. Creo que en el amor hay siempre un ingrediente de posesión que no pasa por la cabeza, pero que en cierto grado beneficia la relación.

- ¿Qué es lo que más te seduce de un hombre?

- Conecto muy poco y mal con la gente que no sabe mirar, que no flirtea en el sentido más amplio de la palabra, mucho más allá de la coquetería. Yo creo que hay que seducir permanentemente. Has de seducir al portero cuando te lo encuentras, al tendero, hay muchas formas de hablar con la gente. Para mí la seducción es el juego que más me divierte. Por otro lado, tampoco conecto nada con la gente que no tiene sentido del humor, que no sabe reírse de muchas cosas. Me encanta tener a mi lado gente divertida.

- ¿Siempre necesitas tener a alguien a tu lado?

- Sí. Pero más que por un sentimiento de protección, porque su presencia me provoca el enamoramiento. El amor me da marcha, me da adrenalina positiva. Necesito unas gotas de pasión todos los días para funcionar.

- ¿Cuál dirías que es el rasgo principal de tu carácter?

- La visceralidad, la reacción pasional ante todo. No soy nada premeditada. Digo, y luego, en todo caso, pienso. Yo entro en las personas y en las cosas como un caballo en una cristalería.

- Hablemos un poco ahora de televisión. Desde que empezaste en el circuito catalán, has estado haciendo siempre programas en directo. ¿Recuerdas la sensación del primer día?

- Yo creo que el horror del primer día no lo he superado todavía. La sensación de ponerte delante de tres o cuatro cámaras es terrible, en ese momento desearías con todas tus fuerzas ser cajera de un banco. Por más que haya cuarenta personas detrás de ti, cuando faltan cinco minutos para empezar, te sientes absolutamente sola, en pleno desierto.

- Y a pesar de ello, ¿sigues prefiriendo el directo?

- Hay una gran diferencia en mi relación con la cámara si grabo o si estoy en directo. Cuando grabo, la cámara es para mí un artilugio técnico que recoge imágenes. Cuando estoy en directo, es una ventana a la que se asoman miles de personas. El directo personaliza la cámara.

- Lo que no deja de ser un riesgo...

- Para mí es más arriesgado trabajar con la sensación de que puedes repetir. A lo mejor la gente nunca verá cómo metes la pata, pero tampoco un momento brillante.

- Precisamente, una de las cualidades que se te atribuyen como presentadora es la naturalidad, el no disimular los errores.

- Está clarísimo que la gente de hoy es más tolerante con el reconocimiento del error que con el disimulo. Si te fijas, hoy en día funciona más la gente que no adopta poses y que se comporta delante de la cámara con una cierta indolencia. Ha pasado a la historia la época de los bustos parlantes.

- Has dejado "3 x 4" y te metes en otro tinglado de entrevistas, ¿cómo desconectas de todo eso?

- Yo desconecto no haciendo nada. Hay personas que no saben estar sin hacer nada porque se intranquilizan, pero yo puedo sentarme en un sofá y oír crecer la yerba hasta que veo las cosas más claras y sé por dónde volver a empezar.


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